Y de pronto desperté, lentamente
abrí los ojos, me los frotaba una y otra vez… No daba crédito a lo que veía...
Miraba por primera vez a un mundo totalmente desconocido para mí, le veía tal y
como es, y no me gustaba nada lo que estaba viendo... No se parecía a aquel
fabuloso mundo del que procedía (que tal vez fuese solo un sueño, algo utópico
que solo yo hubiese soñado...) Sin duda no era aquel mundo del que
frecuentemente había escuchado relatar infinidad de cosas maravillosas ¿dónde
estaban esa fabulosa vida llena de agradables sorpresas y de aventuras compartidas con verdaderos amigos? ¡Que
ruin debe de ser la mano que, como si fuese un vulgar títere, mueve los hilos
de mi destino! Ante tan negro y descorazonado visión, mi actitud se volvió
cobarde, cerré de nuevo mis ojos y volví a quedarme dormido, pues en el país de
los sueños, al menos, vivía una falsa ilusión de la felicidad.