Y
llegó el burlador con su embriagadora verborrea, envuelto en una fina aureola
de perfecto amante, como zorro que anda buscando gallinas. Pronunciaba con
maestría palabras de amor, susurrándolas apasionadamente en los oídos de
cualquier doncella que se prestase a ello. Sonrojándolas hasta en lo más
recóndito de su ser, desnudando totalmente sus almas. Haciéndoles caer, sin
nada que lo remediase, en sus redes y provocándoles el carnal deseo de realizar
esa vaga promesa de amor, repleta de caricias sensuales que tan ardientemente
el galán les prometía. Más el farsante, como araña que teje su tela para cazar
a sus víctimas, les hacía creer que eran ellas y no él, quienes así lo querían,
quienes les deseaba; que eran ellas quienes con astucia les forzaban a amarles...
él lo haría gustoso bajo la influencia de alguna extraña pócima de amor, que le
incitaba a perder su honra, creyendo ellas, en su ingenuidad, que él era la
víctima inocente de sus febriles deseos, que a su vez, se sentiría poseído por
el espíritu de Don Juan y no tendría otra alternativa que sucumbir a sus
bajezas... perdiendo en el intento el preciado tesoro de la virtud o eso
creerían ellas... lo haría bajo el hechizo de una mujer fatal... que habría
decretado un sortilegio en algún aquelarre, elaborado con bellas y cautivadoras
palabras que le habían trastornado el sentido común. No comprendían las
burladas, que eran ellas las engañadas, las deshonradas, las que verían la
llegada del alba en soledad... e igualmente solas verían cada salida y puesta
de sol... durante el resto de sus vidas,
ahogadas en la pena que provocarán ellas mismas tiempo atrás con su propia
soberbia, en la absurda creencia de ser más mujer que cualquier otra,... Por haberse
creído damas tan solo por una noche, dejaron de ser mujeres por toda la
eternidad.
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domingo, 9 de noviembre de 2014
viernes, 7 de noviembre de 2014
Se oyen estupideces
La vida es más sencilla que todas esas estupideces que últimamente se escuchan a diestro y siniestro, con las que pretenden embaucarnos y meternos en su redil. ¿Quiénes son los buenos? ¿Quiénes llevan la razón? Los lobos que se presentan como tales... o tal vez aquellos que vienen disfrazados de corderos.... Al fin y al cabo son todos lobos y buscan lo mismo. ¡Qué pena da no poder confiar absolutamente en nadie! por mucha información que exista, más difícil aún nos resulta encontrar una que sea imparcial, veraz y desinteresada. Y a la vez se ha vuelto imposible la labor de poder encontrar una persona que entre otras cualidades sea leal, sincero y honorable, esta búsqueda se ha vuelto toda una odisea, una labor ardua, complicada y difícil... más que la de buscar la famosa "aguja en el pajar". Al final, parafraseando a Ortega Cano en "donde estás corazón (A3), diremos "déjenme en paz, déjenme vivir" o lo que es lo mismo: “A otro perro con ese hueso"
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