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sábado, 26 de abril de 2014
Actitudes personales
sábado, 12 de abril de 2014
El Dolor
Cuando
viene la enfermedad, y con ella, todos los problemas serios que la acompaña
(económicos, laborales, familiares), comenzaremos a entender que la vida no era
tan sencilla, ni nunca fue de color rosa... tal como nos la habíamos imaginado.
Siempre hemos actuado como si fuésemos unos triunfadores, como si nuestra buena
estrella no se fuese a apagar nunca. Asimismo, vivíamos como si la salud y el
dinero no nos fuesen a faltar tampoco, exhibiendo nuestro poderío personal en
lujuriosas ostentaciones, solo con el único afán de ser oscuro objeto de deseo
y de envidia. Sin tener en consideración la mala imagen que de nuestra persona
a los demás les estábamos proyectando. Pensábamos que el motivo de su envidia
sería por la evidente falta de éxito en sus vidas, si ellos no tenían nada o
muy poco, sería debido, a su atonía, a su conformismo, a la ausencia de
ambición y la falta de motivación, no querían esforzarse en lograrlo, al menos,
en la misma medida que nosotros lo hacíamos, dedicando tantas horas al culto personal,
estábamos encantados de habernos conocido... Vivíamos a toda velocidad, con esa
lógica descabellada, en ese sin sentido… Hasta que comenzamos a sufrir en
nuestras propias carnes todo el sufrimiento, a notar el elevado desgaste
físico, moral y social que nos provocaba la enfermedad. Su descubrimiento nos
dejó asolados; fue solo entonces, cuando comprendimos algo tan simple como
obvio, que también a los demás la enfermedad les causa el mismo dolor y
aislamiento, tiene para ellos las mismas consecuencias, son cuestiones muy
simples, pero que hasta entonces habíamos ignorado de una forma inconsciente,
no sentíamos ninguna necesidad de saberlo... Comprendimos que en la vida hay
demasiadas personas sufriendo, sin ninguna necesidad de hacerlo, debido en gran
parte, a que nadie les ofrece algún alivio para su mal. Quizá comprendimos
tarde, que no tener consideración por el que sufre dolor es inhumano, a la vez
que discriminatorio, es algo realmente indigno de cualquier persona. Ahora
cuando estamos forzosamente apartados del circuito social, nos damos cuenta de
ello, porque tenemos demasiado tiempo para reflexionar. Cuando esto nos
ocurrió, en un primer momento nos enfadábamos con todo, con todos y con los que
más, fue con nosotros mismos; pero pronto comprendimos que con berrinches y
pataleos (como si fuéramos unos bebes) no arreglamos nada: ni dormíamos, ni
descansamos, ni con esta actitud ayudábamos a resolver ninguno de nuestros
nuevos problemas recientemente adquiridos, al contrario, empeoramos todo aquello
que fuese susceptible de ser empeorado. Es curioso, pero con anterioridad,
nosotros éramos muy irreflexivos e irracionales, y ahora, con el dolor, con la
necesidad de afecto, nos hemos vuelto sensibles, sensatos y comprensivos. Se
puede afirmar que esto que nos ha pasado, es el preludio del inicio de una
nueva y distinta etapa en nuestra vida, a pesar de que teníamos la impresión de
que era todo lo contrario. La enfermedad y el dolor que le acompaña nos ha
sosegado, de cierta manera, el alma, ha frenado radicalmente el ritmo
frenético, sin límites de nuestra vida, nos ha hecho comprender un poco mejor a
los que sufren; podemos, por primera vez empatizar con alguien… Nosotros que
nunca habíamos tenido problemas, ni necesidades de ningún tipo y ahora no éramos
ni una sombra de lo que fuimos. .. Anteriormente teníamos una visión de la vida
totalmente opuesta a la actual, prejuzgábamos a los demás, con excesiva dureza
y frialdad, bajo un prisma puramente materialista (tanto tienes, tanto vales)
Cambió este pensamiento cuando nos encontramos ya enfermos e impedidos, ósea
necesitados, entonces comenzamos a valorar la vida de un modo distinto. Ya
no teníamos tanta prisa por alcanzar
ninguna meta, ni nos daba estrés… ni ejercíamos la intolerancia, tampoco
respondíamos con gritos, ya no discutíamos con nadie ¿para qué? A raíz de
adquirir la enfermedad se piensa de distinto modo, se ve la vida con distinto
color, en parte provocado por el insoportable dolor, que a su vez les provoca a
unos una mejoría en el carácter, y a otros, en cambio, se les vuelve más agrio,
convirtiéndolos en unos “Esaboríos”. De la enfermedad la primera enseñanza que
se obtiene es que hay que comprender mejor a los enfermos, sobre todo si están
impedidos, si son dependientes, pues si además de sufrir dolor, sufren
abandono, es esto último, quizás más doloroso que la propia enfermedad, y eso
siempre es muy duro; y es verdad que hay personas que lo pasa mal; “toda
persona debiera conmoverse siempre ante el sufrimiento de otra persona, y hacer
lo que esté en su mano para impedirlo”. El dolor deja una dura secuela en la
mente de quienes lo sufren, pero que nos brinda la oportunidad de darnos un
baño de humildad, propicia que eliminemos el egoísmo y nos hace inclinarnos un poco más hacia los
necesitados. Todo esto, nos hace ver la vida de una modo especial, nos muestra
el perfil humano que se esconde en lo más recóndito de nosotros, con esto no
estamos diciendo que el dolor sea bueno, no lo es en ninguna circunstancia. El
dolor nos lleva a reflexionar, a preguntarnos por el verdadero sentido que
tiene todo lo que acontece a nuestro alrededor. Cuando recibimos la indeseada
visita del dolor, se vive una prueba, es como una luz que detiene el normal
transcurrir de la vida, con un parón forzado, que nos invita a reflexionar
sobre nuestro yo interior... Por eso se ha dicho que toda reflexión hecha con
profundidad, adquiere una dimensión especial con el sufrimiento del inmenso
dolor y sobre todo con la proximidad de la muerte. El dolor, si lo sabemos
asumir, nos advierte del error de llevar una vida vana y superficial, nos ayuda
a valorar a la familia, a la sociedad… nos enseña a no ir por libre, nos enseña
a no acomodarnos en nuestro egoísmo. El dolor nos vuelve más tolerantes, más
abiertos, nos va curando de esa nefasta cabezonería y testarudez de ese orgullo
mal entendido…. Es, una triste realidad que nos alcanzará a todos (a unos antes
que a otros) y que por tanto nos mide a todos con la misma vara, con un único
rasero. La vida no está ideada desde una perspectiva pueril, nadie aunque
quisiera, puede permanecer inmune al dolor o a la enfermedad, es una lucha
perdida de antemano. "Negar la mayor, ignorar la realidad del dolor, no
lleva a ninguna parte". Prepararse para la convivencia con el dolor para
cuando este venga, es aprender a soportar un mal inevitable, es esta una
sabiduría fundamental para no llevarnos una sorpresa desagradable cualquier día
de estos al despertar y decir “si yo hasta ayer estaba bien…”.
viernes, 11 de abril de 2014
A la Virgen de Los Dolores
La estrella de la mañana
brilló con luces de pureza,
sus destellos se hicieron
poesía,
con su luz se vistió de Reina,
sacando a pasear sus
tristezas,
por estrechas callejuelas
victoreñas;
De sus luceros siete perlas
brotan,
por ese gran dolor que una
espada
traspasando su alma le
provoca;
lleva la pena en su pechera
bordada,
las angustias en su rostro
reflejadas,
la soledad por única compañía;
el dulce nombre de María
se transforma en esperanza,
su desolación en amarga agonía,
y sus lágrimas en solemne paz,
Son negras sus vestiduras
pues de luto va siempre
vestida,
en su desamparo nada le da
consuelo,
ni las flores con sus
fastuosos colores,
ni el aroma de la primavera,
ni el resplandor de los
velones de cera,
ni el azahar tan siquiera,
cuando se mezcla con el
incienso,
contaminando el aire con
delicados olores,
que son bajados del cielo,
para perfumar a María de los
Dolores,
en la amargura de su
desconsuelo;
A ti madre dolorosa,
Señora hermosa, Reina del
cielo,
¡Mi Virgen de Los Dolores!
que tristeza tienes en tu
mirada,
si mi voz supiera cantar,
Una saeta a ti te cantaba,
si te pudiera consolar,
con una salve te consolaría
¡Guíame tu! ¡Madre mía!
por estos oscuros senderos,
por los que nos lleva la vida,
que camine hacia Dios con paso
certero,
¡oh Señora mía!
permíteme estar siempre a tu
lado,
a los pies de la cruz
de Jesús, tu hijo amado,
para que cuando mi luz
se haya para siempre apagado,
María, con tu presencia me
honres,
te lo pido a ti ¡Madre mía!
por tus Sagrados y benditos
Dolores.martes, 8 de abril de 2014
Miedo a frascasar
El
éxito en la vida debe su existencia en parte, porque asimismo, existe el
fracaso. Nadie puede afirmar que no ha fracasado nunca; en alguna que otra
acción del conjunto de acciones que haya emprendido, sin duda lo habrá hecho.
De la misma manera, tampoco se puede afirmar que no vaya a hacerlo en un futuro
próximo... más o menos cercano. Sí por desgracia, les ha ocurrido ya, nunca
deberían excusarse, echándole la culpa a terceros, de los que según afirman,
han recibido pésimos consejos que le han conducido a esa calle sin salida, que
es el fracaso. Nunca asumirán su cuotaparte de culpabilidad, por haber pedido
consejo a personas inadecuadas y sobre
todo por haberlo seguido. El fracaso es, por tanto, algo aparejado a la
condición humana... se podría decir, que es considerado normal el sufrirlo en
alguna o varias ocasiones a lo largo de nuestra vida; en caso contrario,
significara que no habremos intentado poner en práctica ni una sola de nuestras
ideas. Se podría afirmar sin miedo a equivocarse, que es verdad que el éxito se
puede alcanzar, pero que este vendrá después de innumerables intentonas,
acompañadas de otros tantos fracasos. Sí se triunfa en la vida es porque se
pone sobre "la mesa" mucho sacrificio, mucho esfuerzo e igual empeño
para la consecución del ansiado triunfo... Pero también porque hemos aprendido
"a base de palos" a evitar esos pequeños envites en forma de baches e
impedimentos que nos plantan cara justo delante de nosotros, obstaculizando
nuestro progreso; desviándonos, si no se remedia, hacia el inevitable fiasco
del fracaso. Los que fracasan verdaderamente, son aquellos que no adquieren
ningún tipo de experiencia en la adversidad, pues nunca asumen ningún tipo de
riesgo, en prevención de una más que probable decepción. Cuando surge una dificultad,
por diminuta que sea, en vez de “sacar pecho” para enfrentarse a ella,
retroceden hacia atrás, cediendo parte del terreno ganado; lo que provoca que
se hundan más y más en su desconfianza y como consecuencia, se esfume lo poco
que les quede de autoestima; desistiendo al final de poner en marcha esa u otra
idea, no volverá a tener iniciativa ni una sola vez más... carecen, por tanto
de espíritu emprendedor. Triunfar es sobretodo “aprender del fracaso”
levantarse igual número de veces que nos hubiéramos caído e intentarlo
infinidad de nuevas veces hasta conseguir aquello que se pretende. El éxito es
por tanto la suma de las experiencias (buenas y malas) adquiridas en tantos
desencuentros con la vida, en definitiva es sinónimo de saber afrontar las inevitables
condiciones de competencia que nos encontraremos en cualquier acción nueva que
emprendamos. De esta paradoja, depende en gran medida que nuestra manera de
obrar en esos retos, les hagan estar destinados al esplendoroso éxito o
condenados al estrepitoso fracaso. Cada infortunio, cada derrota, cada
decepción, cada fiasco, lleva consigo el germen del que nace la experiencia,
que a su vez despertara en nosotros unas habilidades hasta ese momento,
adormecidas y por tanto totalmente desconocidas para nosotros. Los reveses con
los que nos propina la vida van en esa dirección, se podría decir que incluso
juegan en nuestro equipo, a nuestro favor. El fracaso nos hace tomar
consciencia de nuestras propias limitaciones y, al mismo tiempo, nos estimula
en el afán de superarlas, de sacar lo mejor de nosotros, aquello que cada uno
llevamos muy dentro, sin sospecharlo tan siquiera. Esto es así, y sucede en
medio de un entorno que en muchas ocasiones nos resulta muy hostil, pero esta
hostilidad provoca que se nos curta el carácter, a la vez que nuestra
personalidad va alcanzando un nivel óptimo de autoestima y gana en naturalidad.
Quien delegue en otros la iniciativa y siga pensando que ellos se encargaran de
obsequiarle con un elevado grado de bienestar, o que será imperecedera su
felicidad, se le podría calificar como un tanto cándido y memo; obtendrá muy
pocas alegrías en su vida, la mayoría de las veces estará apenado, afligido por
no lograr superarse a sí mismo… se sentiría un miserable y los que compartan
con este tipo de persona, tanto filosofía, como maneras de pensar u obrar,
posiblemente acabaran por contagiarse de ese depresivo estado emocional. Existe
dos estados de ánimo, claramente diferenciados: uno: simplón, callado y
conformista; el otro: intrépido, vivaz, emprendedor y luchador… Cada uno
escogeremos el que mejor se amolde a nuestra personalidad. Por eso, es muy
peliaguda y delicada la labor de aleccionar al propio carácter, porque otros
nos podrían imitar hasta en el mínimo detalle de nuestros gestos y acciones….
Es muy importante no ser demasiados perfeccionistas “no ser más papistas que el
Papa” cayendo en una especie de psicosis, “porque errar es de humanos y
rectificar de sabios” en eso consiste la experiencia. La diferencia es que unos
aprenden de los errores, para aplicar ese conocimiento recién adquirido en su
futuro inmediato, mientras que otros sólo obtienen de ella dolor, padecimiento
y desconfianza. El éxito está en la capacidad de superar todos los traspiés de
la vida, con afán de superación, sin rencor, ni odios, ósea con nobleza. Es
penoso ver a personas que se suponían inteligentes, venirse abajo y abandonar
cualquier empresa, al mínimo contratiempo, o incluso aquellos otros que son tan
perfectos que no pueden soportar un pequeño batacazo en su brillante currículo
y se hunden de forma radical y miserable, para no levantarse jamás. Debemos
tener presente siempre que la mayor de las decepciones suele ser dejar de
intentar abrir nuevos caminos por miedo al fracaso, y dejar que los abran otros,
así obligatoriamente, tendremos que
aceptar las normas y designios que nos imponen los triunfadores, que son, en
definitiva quienes llevan la batuta y los demás aprender a tener la boca
calladita. En nuestra mano están todas las opciones, que cada uno escoja bajo
su responsabilidad la opción de futuro que desee.
sábado, 5 de abril de 2014
Auto-control
jueves, 3 de abril de 2014
"Con Personalidad"
Rascando en lo superficial de la propia auto-estima y la sinrazón que la acompaña, pues dependiendo del contenido o tema que quiera tratar en cada ocasión que escribo: si le escuece a alguien o no, si se sienten ofendidos, censurados o encolerizados por determinadas expresiones... me siguen más o menos cantidad de personas; cosa ilógica, si se piensa detenidamente, pues yo no escribo en nombre de nadie, ni tampoco de ninguna organización; menos aún, lo efectuó con la intención de agradar, censurar o disgustar a nadie, ni para que se pulse el botón de "Me gusta" o deje un comentario u opinión (que bienvenido sea) No persigo ningún beneficio económico, es tan simple como darle forma a mis pensamientos y exponerlos en este Blog, sin maldad, sin acritud hacia nadie...Se puede criticar las actitudes personales, nunca a las personas en concreto y menos ponerle nombres a esas críticas, "el que se pica ajos come" si alguien se siente aludido, es su problema. Puedo coincidir o no con la persona que se toma la molestia de leer esto... e incluso estos pensamientos podrían ser antagonistas y entrar en conflicto con el contenido de otros que he publicado con anterioridad, o con otros que pudiese exponer con posterioridad; es solo una cuestión de evolución personal, únicamente derivada de la impronta de un momento preciso. Debo de comenzar afirmando, por consiguiente, que el concepto que tenemos de nosotros mismos, estaría formado por el conjunto de todas nuestras actitudes o pensamientos, que se tienen con referencia a nuestra propia identidad individual. Estos pensamientos engloban un extensa variedad de prototipos de persona, que van desde la posición más sencilla, hasta la persona más compleja, que se encuentre sumida en las reflexiones más profundas que se puedan tener acerca de nuestra propia imagen. Nuestra personalidad abarca un amplio espectro de aspectos personales (físicos, psicológicos, emocionales, sociales o simplemente éticos). Esto es lo que de verdad define a cada persona, los pensamientos o filosofía hacia la vida, lo que deseamos hacer y lo que verdaderamente hacemos o pensamos. Evidentemente, el concepto que tenemos de nosotros mismos afecta a nuestro comportamiento social, básicamente porque es una parte muy importante de nuestra idiosincrasia. ¿Cuándo tomamos conciencia de nuestra propia identidad? Seguramente sucedió en los albores de nuestra tierna infancia; seria, sin duda alguna, cuando comenzamos a interactuar con nuestro entorno familiar más próximo (padres, hermanos, abuelos) comenzaríamos a manifestar nuestras preferencias, a expresar nuestros gustos particulares… en una palabra habríamos comenzado a forjar nuestro carácter, a la vez que se adquirían experiencias enriquecedoras. Cada experiencia conllevaría consigo algo novedoso y relevante, serían clasificados en nuestra mente según fuese la peculiaridad de ese recuerdo (positiva o negativa) ello, nos habría dejado una huella de hondo calado e imborrable para posteriormente forjar nuestro carácter... De esta forma singular, sin pretenderlo, como consecuencia de la experiencia adquirida, se iba formando un esquema emocional que representaría, en líneas generales, el embrión de la idea de cómo seriamos posteriormente. Todo esto, suena bastante lógico, pero debemos mencionar que también siempre, nos han poseído “miedos o vergüenzas" que de una forma inconsciente marcan nuestro carácter, mucho más que lo que creemos; a pesar de ser inconscientes de tener esas fobias, las habremos adquirido, simultáneamente, con aquellas actitudes positivas, de las que sí fuimos conscientes en su aprendizaje. Muchas veces, es peor conocer cuáles son nuestros límites, porque ello nos aporta más inseguridad e inestabilidad, que confianza y seguridad. Es por esta razón, tan simple, por la cual algunos tienen una autoestima enaltecida, y otros, sin embargo, siempre están hundidos en la depresión. Si nuestro entorno socio-familiar no nos estimula lo suficiente para el desarrollo adecuado de nuestra autoestima, si además nos infunden miedo, prejuicios u odios… será imposible hacer gala de posesión de aquello que, a todas luces, se carece. Para lograrlo se debería de promover actitudes positivas, esto llevaría aparejado el hecho de apoyarnos en todas aquellas habilidades (profesionales o artísticas) que se pudiesen emprender, con independencia del resultado final. Y si, por el contrario, existiesen algunos traumas (físicos o psicológicos o de cualquier otra índole) habrá que estar a su lado, para que se puedan aceptar, superar o corregir, si fuese susceptible de ello. Si se desarrolla la personalidad de una manera satisfactoria, se propiciara que la autoestima se eleve de una forma eficiente y duradera; la forma más apropiada para enfrentarse a ese mundo, que está ahí fuera y que "es tan fiero o más, que nos lo pintan" y poder relacionarnos con la sociedad de “una manera normal y estable”. Como podemos apreciar "cada persona somos un mundo" teniendo en cuenta que el concepto que tenemos de sí mismos, no es debido a la herencia genética, sino que se va aprendiendo a lo largo de nuestra vida. "Yo y mis circunstancias" debido a ello, la mayoría de las veces, el concepto que tenemos de nosotros mismos, podría estar muy distorsionado. Lo podemos comprobar cuando, por ejemplo, lo que pensamos carece de lógica alguna, o dicho de otro modo, lo que decimos hacer no tiene relación con lo que verdaderamente hacemos. La mayoría de las veces, la imagen que tenemos formada de nosotros mismos, se parece en poco o absolutamente en nada al concepto, que sobre nosotros, tienen los demás formado, esto quiere decir que dicha imagen nos la habremos "inventado" en base a ilusiones utópicas, que nuestra mente de forma unilateral ha creado; pero que en realidad no reflejan para nada la esencia de nuestra personalidad. Se debería de reflexionar sobre la conveniencia o no, de mantener el engaño a los demás con esas falsas proyecciones que realizamos de nosotros mismos, creando mundos paralelos, que salvo para nosotros, son invisibles y por tanto carecen de credibilidad. La mayoría de las veces nos auto-engañamos, pensando que somos inteligentes, pero todos nos perciben como unos soberbios. Otras veces nos creemos que somos amables, bondadosos y sensatos… pero nuestro entorno solo nos percibe como una persona necesitada de aceptación. Otras tantas veces podemos afirmar que somos correctos en los usos y responsables en las formas, hacia los demás… pero solo estaremos proyectando ambigüedad, y por tanto, se percibiría como una de las mayores irresponsabilidades… Todo esto, para nada cuadraría con el concepto que de sí mismos tenemos. Es por todas estas circunstancias, por lo que sería apetecible revisar si realmente ese concepto que tenemos es claro y real. Es normal que tengamos idealizado el concepto de cómo nos gustaría ser, y que quisiéramos que nuestro entorno nos viera así… pero la realidad es caprichosa y el tiempo nos pone a cada uno en el sitio al que pertenecemos, lo verdaderamente importante es aceptarnos tal como somos; no en la totalidad de nuestra personalidad, siempre existen aspectos personales que se pueden mejorar, innovando en nuestra vida con los cambios que fuesen precisos, para vivir de una manera congruente con nuestra forma habitual de ser.
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