Auto-control
A
menudo nos cuestionamos ¿Porque la vida nos castiga con tanta crudeza? ¿Qué
podemos esperar? Si observamos atónitos que las actitudes predominantes son: la
ingratitud, la maldad, la maleficencia, la falsedad, la deslealtad… Asimismo,
comprobamos con asombro, que casi nadie se estremece, ni se ruboriza, ni
siquiera les da horror la simple contemplación del dolor ajeno; ni ver con sus
propios ojos la muerte tan de cerca, en infinidad de imágenes de guerras u
otros desastres provocados por la ambición humana y su insaciable deseo de
poder. Sin duda, conocemos los defectos y las limitaciones que tienen los
demás, pero no los nuestros, a nuestro juicio, carecen de relevancia...
Aprendemos de todas las experiencias, por muy dolorosas que fuesen; esa
sabiduría que se adquiere, va incrementándose a lo largo de toda nuestra vida;
las experiencias, nos deberían hacer madurar como personas, aumentando nuestra
“supuesta” grandeza moral. En ese conocimiento se encuentra la clave para salir
airosos de las zancadillas que nos pone la vida y cuya “lección magistral” es
sin duda, el saber aprovecharse de las circunstancias adversas, saber sacar
provecho de todo (sea bueno o malo) lo que la vida nos depare. Deberíamos
aprender de las malas experiencias sufridas, sobre todo, de aquello que nos
paraliza, que nos hace sentir como si fuésemos unos inútiles (bien por miedo o
ineficacia) y que nos impide progresar adecuadamente… Debemos aprender a tener éxito,
allá donde otros solo obtuvieron desolación o frustración, ósea un fracaso
rotundo. ¿Por qué lo que a unos les neutraliza a otros les hace progresar? Si
no se reflexiona, o si se hace mal y se llega a una conclusión errada… si
además se desconoce cómo poner en marcha la respuesta hallada y si no se
remedia, se nos volatizaran infinidad de buenas ocasiones, muchas de ellas
serán irrepetibles. Aunque también podría producirse un resultado opuesto al
buscado. La ausencia de una planificación eficaz tiene como consecuencia: la
precipitación, el victimismo, la indisciplina, que se añaden a las dificultades
propias de la vida, y elevan su efecto negativo, resultando aún más dolorosas.
Son estas actitudes totalmente inútiles, solo nos servirían para pasar unos
malos momentos y nada más... La experiencia que se va adquiriendo en el transcurrir
de la vida no servirá de nada, si de ella no aprendemos alguna lección
(positiva o negativa) “El gato escaldado del agua caliente huye”. Se debería
tener en cuenta que el hecho de cumplir más años, nunca debería ser considerado
sinónimo de haber alcanzado la madurez
intelectual. Es cierto que la madurez se va adquiriendo de una manera
imperceptible, pero la verdadera madurez, se alcanza por la adquisición de una
exquisita educación. La educación que debe iniciarse en el seno del núcleo
familiar, que será, desde nuestra niñez, pieza fundamental para nuestro
posterior desarrollo. Pero debemos tener en cuenta que los progenitores no se
pueden responsabilizar eternamente de lo que hace su prole. Somos los hijos los
que hemos de aprender a hacer frente al desafío de la vida, a valernos por si
solos, a decidir sin la ayuda de nadie…
debemos tomar conciencia de que no todas las cosas son factibles, ni está en
nuestras manos su logro, muchas cosas son inalcanzables porque sencillamente se
encuentran fuera de nuestras posibilidades (sociales, familiares, económicas),
pero esto no justifica que se acabe en frustración personal, ni nunca
deberíamos renunciar a ninguna meta por razón de cuna. También deberíamos estar
preparados para mayores imprevistos, como por ejemplo, encajar la deslealtad de
una o varias personas de nuestro círculo social más cercano, cuando esto
sucede, siempre vendrá acompañada de una incontenible tristeza y de un
sentimiento de impotencia absoluta. Son estas contrariedades con las que la vida
a menudo nos sorprende, por inesperadas. Debemos ser diligentes ante cualquier
nueva situación y sus posibles efectos, es fundamental actuar con prontitud,
con firmeza... Al fin y al cabo, son experiencias personales que han de ser
vividas por cada uno de nosotros, de ellas sacaremos la suficiente experiencia
para afrontar con cierta garantía de éxito nuestro futuro, son experiencias en
las que nadie puede ocupar nuestro puesto, por muy desagradable que nos
resulte, al final seremos nosotros quienes habremos de asumir la
responsabilidad y el control de nuestra vida, todo, a pesar del dolor o la
frustración personal que en esos momentos se puedan sentir… solamente nosotros
tenemos el conocimiento y la destreza adecuada para salir de ese atolladero. Un
síntoma de inmadurez es el ansia por ser aceptado, es ese afán de sentirse
apreciado y apoyado que nos provoca una angustiosa impaciencia y que nos impone
una dependencia emocional, que dista mucho del verdadero sentido de apego que
debería tener una buena amistad, que presuma de serlo; pero que acaba por
vaciarse por completo de su contenido original y le hace perder su auténtico
sentido. Saber encajar los golpes de la vida no es sinónimo de ser insensible y
despiadado... Significa aprender a no exigir más de lo que nos pueden ofrecer,
ello sin derivar en un conformismo desnaturalizado, ni rehusar nunca de la
propia personalidad. Podríamos hablar de la paciencia que se debería tener para
con la sociedad que nos rodea, si queremos mejorar nuestro entorno, la necesitaremos
en una cantidad superlativa. Asimismo, debemos estar en constante estado de
alerta para prevenir los posibles contratiempos, hacer posible que seamos
siempre dueños de nuestro presente y sepamos prever con acierto el futuro,
poder robustecer nuestra posición social a pesar de las adversidades. Con ello
conseguiremos la serena paz, la dulce armonía y
la firme seguridad interior, que desde el principio buscamos para
nosotros y para los nuestros, las personas que nos acompañan en el caminar por
este “valle de lágrimas” y que son las que más nos importan… así seremos
capaces de vislumbrar la auténtica realidad, en medio de este amplio abanico de
realidades paralelas, sin perder nunca la perspectiva, ni quedarnos atrapados
en lo inmediato. Son estas actitudes las que nos otorgan una fuerza
sobrehumana, en medio de un horizonte personal, que se amplía a medida que la
vida avanza, comprendiendo así mejor, los golpes que la vida diariamente nos
da.
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