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sábado, 5 de abril de 2014

Auto-control


   A menudo nos cuestionamos ¿Porque la vida nos castiga con tanta crudeza? ¿Qué podemos esperar? Si observamos atónitos que las actitudes predominantes son: la ingratitud, la maldad, la maleficencia, la falsedad, la deslealtad… Asimismo, comprobamos con asombro, que casi nadie se estremece, ni se ruboriza, ni siquiera les da horror la simple contemplación del dolor ajeno; ni ver con sus propios ojos la muerte tan de cerca, en infinidad de imágenes de guerras u otros desastres provocados por la ambición humana y su insaciable deseo de poder. Sin duda, conocemos los defectos y las limitaciones que tienen los demás, pero no los nuestros, a nuestro juicio, carecen de relevancia... Aprendemos de todas las experiencias, por muy dolorosas que fuesen; esa sabiduría que se adquiere, va incrementándose a lo largo de toda nuestra vida; las experiencias, nos deberían hacer madurar como personas, aumentando nuestra “supuesta” grandeza moral. En ese conocimiento se encuentra la clave para salir airosos de las zancadillas que nos pone la vida y cuya “lección magistral” es sin duda, el saber aprovecharse de las circunstancias adversas, saber sacar provecho de todo (sea bueno o malo) lo que la vida nos depare. Deberíamos aprender de las malas experiencias sufridas, sobre todo, de aquello que nos paraliza, que nos hace sentir como si fuésemos unos inútiles (bien por miedo o ineficacia) y que nos impide progresar adecuadamente… Debemos aprender a tener éxito, allá donde otros solo obtuvieron desolación o frustración, ósea un fracaso rotundo. ¿Por qué lo que a unos les neutraliza a otros les hace progresar? Si no se reflexiona, o si se hace mal y se llega a una conclusión errada… si además se desconoce cómo poner en marcha la respuesta hallada y si no se remedia, se nos volatizaran infinidad de buenas ocasiones, muchas de ellas serán irrepetibles. Aunque también podría producirse un resultado opuesto al buscado. La ausencia de una planificación eficaz tiene como consecuencia: la precipitación, el victimismo, la indisciplina, que se añaden a las dificultades propias de la vida, y elevan su efecto negativo, resultando aún más dolorosas. Son estas actitudes totalmente inútiles, solo nos servirían para pasar unos malos momentos y nada más... La experiencia que se va adquiriendo en el transcurrir de la vida no servirá de nada, si de ella no aprendemos alguna lección (positiva o negativa) “El gato escaldado del agua caliente huye”. Se debería tener en cuenta que el hecho de cumplir más años, nunca debería ser considerado sinónimo de  haber alcanzado la madurez intelectual. Es cierto que la madurez se va adquiriendo de una manera imperceptible, pero la verdadera madurez, se alcanza por la adquisición de una exquisita educación. La educación que debe iniciarse en el seno del núcleo familiar, que será, desde nuestra niñez, pieza fundamental para nuestro posterior desarrollo. Pero debemos tener en cuenta que los progenitores no se pueden responsabilizar eternamente de lo que hace su prole. Somos los hijos los que hemos de aprender a hacer frente al desafío de la vida, a valernos por si solos,  a decidir sin la ayuda de nadie… debemos tomar conciencia de que no todas las cosas son factibles, ni está en nuestras manos su logro, muchas cosas son inalcanzables porque sencillamente se encuentran fuera de nuestras posibilidades (sociales, familiares, económicas), pero esto no justifica que se acabe en frustración personal, ni nunca deberíamos renunciar a ninguna meta por razón de cuna. También deberíamos estar preparados para mayores imprevistos, como por ejemplo, encajar la deslealtad de una o varias personas de nuestro círculo social más cercano, cuando esto sucede, siempre vendrá acompañada de una incontenible tristeza y de un sentimiento de impotencia absoluta. Son estas contrariedades con las que la vida a menudo nos sorprende, por inesperadas. Debemos ser diligentes ante cualquier nueva situación y sus posibles efectos, es fundamental actuar con prontitud, con firmeza... Al fin y al cabo, son experiencias personales que han de ser vividas por cada uno de nosotros, de ellas sacaremos la suficiente experiencia para afrontar con cierta garantía de éxito nuestro futuro, son experiencias en las que nadie puede ocupar nuestro puesto, por muy desagradable que nos resulte, al final seremos nosotros quienes habremos de asumir la responsabilidad y el control de nuestra vida, todo, a pesar del dolor o la frustración personal que en esos momentos se puedan sentir… solamente nosotros tenemos el conocimiento y la destreza adecuada para salir de ese atolladero. Un síntoma de inmadurez es el ansia por ser aceptado, es ese afán de sentirse apreciado y apoyado que nos provoca una angustiosa impaciencia y que nos impone una dependencia emocional, que dista mucho del verdadero sentido de apego que debería tener una buena amistad, que presuma de serlo; pero que acaba por vaciarse por completo de su contenido original y le hace perder su auténtico sentido. Saber encajar los golpes de la vida no es sinónimo de ser insensible y despiadado... Significa aprender a no exigir más de lo que nos pueden ofrecer, ello sin derivar en un conformismo desnaturalizado, ni rehusar nunca de la propia personalidad. Podríamos hablar de la paciencia que se debería tener para con la sociedad que nos rodea, si queremos mejorar nuestro entorno, la necesitaremos en una cantidad superlativa. Asimismo, debemos estar en constante estado de alerta para prevenir los posibles contratiempos, hacer posible que seamos siempre dueños de nuestro presente y sepamos prever con acierto el futuro, poder robustecer nuestra posición social a pesar de las adversidades. Con ello conseguiremos la serena paz, la dulce armonía y  la firme seguridad interior, que desde el principio buscamos para nosotros y para los nuestros, las personas que nos acompañan en el caminar por este “valle de lágrimas” y que son las que más nos importan… así seremos capaces de vislumbrar la auténtica realidad, en medio de este amplio abanico de realidades paralelas, sin perder nunca la perspectiva, ni quedarnos atrapados en lo inmediato. Son estas actitudes las que nos otorgan una fuerza sobrehumana, en medio de un horizonte personal, que se amplía a medida que la vida avanza, comprendiendo así mejor, los golpes que la vida diariamente nos da.

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