La estrella de la mañana
brilló con luces de pureza,
sus destellos se hicieron
poesía,
con su luz se vistió de Reina,
sacando a pasear sus
tristezas,
por estrechas callejuelas
victoreñas;
De sus luceros siete perlas
brotan,
por ese gran dolor que una
espada
traspasando su alma le
provoca;
lleva la pena en su pechera
bordada,
las angustias en su rostro
reflejadas,
la soledad por única compañía;
el dulce nombre de María
se transforma en esperanza,
su desolación en amarga agonía,
y sus lágrimas en solemne paz,
Son negras sus vestiduras
pues de luto va siempre
vestida,
en su desamparo nada le da
consuelo,
ni las flores con sus
fastuosos colores,
ni el aroma de la primavera,
ni el resplandor de los
velones de cera,
ni el azahar tan siquiera,
cuando se mezcla con el
incienso,
contaminando el aire con
delicados olores,
que son bajados del cielo,
para perfumar a María de los
Dolores,
en la amargura de su
desconsuelo;
A ti madre dolorosa,
Señora hermosa, Reina del
cielo,
¡Mi Virgen de Los Dolores!
que tristeza tienes en tu
mirada,
si mi voz supiera cantar,
Una saeta a ti te cantaba,
si te pudiera consolar,
con una salve te consolaría
¡Guíame tu! ¡Madre mía!
por estos oscuros senderos,
por los que nos lleva la vida,
que camine hacia Dios con paso
certero,
¡oh Señora mía!
permíteme estar siempre a tu
lado,
a los pies de la cruz
de Jesús, tu hijo amado,
para que cuando mi luz
se haya para siempre apagado,
María, con tu presencia me
honres,
te lo pido a ti ¡Madre mía!
por tus Sagrados y benditos
Dolores.