En
la absurda cruzada que hemos emprendido en la búsqueda del grial de la
perfección, muy a menudo olvidamos darnos una vuelta alrededor de nuestro (hipotético)
eje, para comprobar que estamos muy lejos de lograrla. Como siempre, vemos
antes la paja en ojo ajeno ¿y porque no la viga en el propio? En estos
tiempos convulsos, deberíamos guardarnos de vender el alma tan barata, al menos
no al precio de saldo como si fuese una vulgar ganga.... ¡Sí! son tiempos oscuros,
capturados en blanco y negro, donde lo viejo no quiere irse, no acaba de morir
del todo, ni lo nuevo se decide a nacer de una vez...Todos realmente deberíamos
de saber que le tenemos miedo al futuro, que se transforma en terror, si en él,
perdemos la seguridad, la confianza en nosotros mismos, nuestra capacidad de
abordar la vida, en una palabra “nuestro confort”. Estamos muy cómodos al calor
de la lumbre en la seguridad de nuestro hogar, resguardados... nos creemos a
salvo, fuera del alcance de las inclemencias del tiempo. Sin caer en la cuenta
que el fuego lo devora todo y lo transforma en ceniza… acabaremos sin leña y lo
que es aún más grave, sin posibilidad de reponerla... a no ser que nos
expongamos a adentrarnos en los inciertos peligros que esconde el monte. Están
construidas nuestras mentes con una sola pista, caminamos con los pies trabados
en una sola dirección, sin visión de la realidad, solo vemos lo que nos permiten ver...y solo cuando caen las
penumbras, cuando todos los gatos son pardos. Nunca deberíamos saltar de
alegría por algo que no nos inspira ninguna confianza, ni ningunear a nada, ni
a nadie… tampoco nos corresponde a nosotros calificarlos (buenos o malos). La
única certeza es que le hemos dado la vida
y en vez de en un Edén, la transformaron en un infierno… tan ardiente
como las mismas entrañas de la tierra, tan frio como el mismo corazón del
hielo. Esperamos que no nos falle el núcleo de nuestro ser, para vivirlo y tampoco falle la voz para poder
contarlo y transmitirlo a generaciones venideras. Y tener la posibilidad de poder
huir, aunque sea como siempre hacía delante, sin mirar hacia atrás, ni añorar
nada de lo que allí se queda, huir en la única salida que subsiste. No podemos
cambiar el escenario... pero si está en nuestras manos el iniciar otra ruta, solo
si incluimos entre nuestros objetivos el hacerlo. Siempre cuando comienza a
soplar el aire, nuestra primera reacción (en una absurda auto-flagelación), es
cerrar la ventana, valla a ser que ese aire se trasforme en huracán, nunca
contemplamos la posibilidad de que se transforme en suave brisa de verano que
refresque esas tórridas noches estivales. Trasformar el pesimismo en optimismo,
ver el color real de las cosas, saber que no estamos solos…. Son las maneras de
afrontar las dificultades las que nos unen o nos separan... pero debemos de
recordar que esta carrera de obstáculos es muy larga y es una competición de
relevos, en la que participan muchos equipos, nosotros recibimos hace un tiempo
un testigo, que hemos de entregar a nuestro relevo para que prosiga la carrera,
pero debemos hacer el cambio bien hecho, si queremos que no nos descalifiquen y
nos expulsen de la competición.