Algunas
veces, solo se hacen las cosas con la única finalidad de ser el centro de la
atención de la gente. En un acto de pura falsedad, de manifiesta vanidad
pública… solo se realiza la acción para ser admirados, para tener cierta
notoriedad social... Pero nos delatan las maneras de tratar ciertos problemas, porque
pone de manifiesto la insuficiencia de nuestra motivación, que no se equipara
de ningún modo, ni siquiera en lo más elemental, con la respuesta demandada.
Mientras, nosotros solo intentamos hacer un acto de ensalzamiento personal,
otros están luchando en primera línea, o como se dice “comiéndose el marrón”,
en soledad, sin esperar ni el más mínimo apoyo de aquellos a los que nos da
igual “ocho que ochenta”, mientras no seamos nosotros los dolientes, los que
sufrimos la carencia de todo.... Todos hemos insistido mucho, a veces en
exceso, en la importancia de auxiliar a los demás, sobre todo a los más
menesterosos, indiferentemente de sus circunstancias personales. Para lograrlo
debemos renunciar a muchas de nuestras ideas preconcebidas y a una vida plagada
de comodidades y falsas necesidades que no son sino el fruto de una sociedad caduca,
consumista y en exceso materialista. Para poder ofrecer nuestra ayuda, primero tenemos
que aprender a desarrollar nuestra afección y humanidad hacia los demás, hacia los
desheredados, los indefensos, los
olvidados, los enfermos y los marginados… que solo son carnaza para los “desarmados”.
Si lo comprendemos, seremos felices viendo cómo se transforma nuestro corazón, junto con la deformada
visión que teníamos de los más desfavorecidos. Esto nos traerá de regaló la concordia
y la paz interior. Si sabemos hacerlo, nuestra recompensa será amplia y reconocida
por los demás y sobre todo por nosotros mismos.
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