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jueves, 12 de febrero de 2015

Lo que el viento se llevo...


   Siempre que efectúo una reflexión sobre mí vida, llego a la conclusión de que lo que me ha acontecido no es tan malo (como en principio podría suponerse), tampoco, lógicamente es tan bueno como hubiese deseado, pensar de manera distinta seria auto-engañarme, Desde luego que me siento fenomenal, algo o alguien bueno tiene una sana influencia sobre mí, desde que tengo este sentimiento de bienestar me pongo en marcha bajo los efectos de una súbita sensación de libertad, no me importa la poca o mucha importancia de lo que esté haciendo en esos momentos o que piense en una cosa definida u otra completamente distinta... pero que se encuentre siempre en concordancia con mi estado de vehemencia…. Una y otra vez, ¡demasiadas veces quizás!, he estado dando por sentado muchas cosas, de las que verdaderamente cuesta entender, pero que nunca las he cuestionado…. pensaba que siempre viviría de aquella forma tan sencilla y natural, que nunca llegaría el día que me lo replantaría todo. Ahora que no me hace falta mucho para subsistir, me deleito solo con contemplar la alargada sombra de un árbol en un soleado amanecer… es para mí como una sustancia hipnótica que me hace regresar a lo cándido de la niñez, esa que fue perdida en las lagunas del tiempo y reemplazada por el miedo a un futuro incierto, a la vida misma… Me engañaba pensando que todo evolucionaría a mejor, siempre era así de ingenuo e inocente, Pensaba que nunca tendría preocupaciones por mi porvenir, pues eludiría la responsabilidad sobre mi vida que seguiría dependiendo de las decisiones que tomasen otros en mí lugar… Cuando era pequeño, ninguno de los niños de mi edad,  teníamos problema o nos producía algún completo establecer una amistad sincera y recíproca. Interactuábamos sin ningún tipo de tapujos o condicionantes (sociales, políticos, etc.) éramos ante todo, niños y todos teníamos un valor entonces sobredimensionado “La Amistad”… Y aunque hemos crecido juntos, en el mismo lugar, en el mismo circulo socio- económico, se ha perdido para siempre esa sincera amistad. Predominan las apariencias y el miedo al qué dirán… hay entre nosotros altos muros que nos resultan infranqueables (educativos, laborales, culturales, económicos, sociales…) Sin darnos cuenta hemos perdido esa normalidad, esa sencillez, el poder compartir sentimientos y secretos con alguien de confianza… Es  este, seguramente el alto precio que todos pagamos con la llegada a la madurez, a la edad mal llamada “adulta”. Nuestro soñado destino llega para destruir todo lo que éramos y todos los sueños sobre lo que queríamos ser... llega para impedirnos avanzar como personas… . Las circunstancias fueron marcadas por el tiempo, y en él se perdió lo mejor que cada uno de nosotros teníamos… se llevó nuestra inocencia, nuestra esencia, nuestro presente y embargo nuestro futuro… No puedo decir hacia dónde vamos, pero sé que seguramente ese destino no me gustara nada, supongo que no hay manera de saber hacia qué lugar nos dirigimos o cual será nuestra meta Ahora que me encuentro pensando en todo lo vivido, contemplando la desfachatez de este mundo tan ruin y perverso, que se ha hecho cada vez más complejo, más competitivo y muy exigente. Me libero de tantas preocupaciones y no le temo al futuro; no es que peque de imprudente… pues ciertamente se ha de pensar en el día de mañana, nunca en lo que pasara dentro de equis años, de muchísimos años más, porque seguramente ya no estaremos aquí ninguno de nosotros, haciendo realidad el certero refrán de  “Dentro de cien años….”

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