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viernes, 2 de mayo de 2014

Veraz o verdad


  La sociedad moderna la estamos construyendo con una cimentación abstracta, imprecisa e ilógica, carente de cualquier valor ético; Se prima más el culto al propio cuerpo que el respeto a los derechos humanos. En esta guerra, no declarada, tienen como finalidad alcanzar oscuros objetivos, y para ello todo vale; les dejamos que nos utilicen a su antojo, les dejamos que piensen y tomen decisiones por nosotros, incluso decisiones de carácter personal o familiar… es degradante comprobar la ausencia de sensaciones propias que tenemos, sin darnos cuenta hemos ido derivando en terceros, hasta llegar a transformarnos en autómatas. Somos náufragos que van a la deriva en medio de esta ofensiva ideológica a la que nos han conducido. A menudo nos preguntamos ¿quién lleva razón en medio de tanta división como se crea? Es corriente contemplar que esta división de pensamiento  alcanza a cualquier tema, sea de la índole que fuese, duele mucho comprobar cómo estas divergencias se proyectan hacia nuestra vida habitual, de una manera intensa, más de lo que en principio podríamos sospechar. Pudiese dar la impresión de que la verdad se ha esfumado, cual burbuja de jabón, o sencillamente que nunca existió. Ahora nos parece mentira todas aquellas verdades que nos han contado como ciertas, sobre la bondad de las gentes que conforman nuestro entorno, como se formó nuestra sociedad y que valores la unieron, pareciera como si solo conociéramos parte de esa historia, todo parece derrumbarse ante nuestros incrédulos ojos. Parecieran falsos todo aquello que hasta ahora nos han mantenido unidos, se nos antoja que es solo puro teatro, pura demagogia... fruto de una imposición más que de un deseo... deberíamos poner en cuarentena todas las verdades que se nos han dicho sobre las relaciones personales, familiares o sociales con las que nos han formado como persona desde la niñez... y tantas alegorías que siempre nos han repetido hasta la saciedad, hasta el hartazgo... Hay un espacio creciente, que por momentos se vuelve infinito, entre la verdad y lo que nosotros mantenemos como la única verdad sobre la vida misma. Si se le da un enfoque pesimista a este razonamiento, sólo encontraremos desolación, falsedad, hipocresía, vanidad y muerte de la persona como ser racional. Este hecho no es solo una opinión, deberíamos de esforzarnos en buscar la auténtica verdad. Negar la realidad, lo evidente es como nadar contra-corriente e insistir en cerrar los ojos ante una verdad más que incuestionable. Tanto si nos gusta como si no, el Sol siempre estará ahí, y saldrá cada mañana con energías renovadas; pero si hemos escogido cerrar los ojos ante esa realidad, dará igual que sea de día o de noche, no lo comprobaremos nunca. De igual forma, algunos se niegan a hacer frente a la vida que les ha tocado vivir, por su dureza, por su posición social, por la falta de oportunidades... consumen todas sus energías en quejarse o en visualizar una realidad alternativa, en ver falsas perspectivas sobre su futuro, derrochan su fuerza de voluntad y emplean todo su potencial en hacer ver como realidad lo que solo son alucinaciones o buenos deseos sobre sí mismos, a menudo olvidando, que tan solo pueden alcanzar su verdadera esencia como persona caminando junto al resto de la sociedad. Por otra parte, para encontrar ese sitio que tanto se añora en esta sociedad, se debe comenzar por asumir las propias limitaciones, conociendo en todo momento donde está el límite de sus capacidades, no vanagloriarse, ni creerse un "superman"... tampoco minusvalorarse y creerse inútil para la sociedad. Uno se encuentra a sí mismo, si entre sus proyectos está el afrontar su realidad, su auténtica verdad y, aceptarse tal cual es, sin abandonar nunca la idea de superación personal, es más debería de ser el principal propósito que deberíamos tener siempre entre nuestros objetivos, es simplemente evolucionar como persona. Que nuestra verdad sea objetiva o subjetiva depende solo de nosotros. La verdad de la que somos portadores cada uno, es también una llamada de atención a la sociedad sobre nuestro "yo íntimo". En realidad, ese “yo” tan personal, es un deseo de integración y reconocimiento social de nuestras cualidades por parte de nuestro entorno, más que un simple deseo individual de progreso. Cuando buscamos con ahínco la verdad empezamos a reflejarla en nuestras vidas y ello se manifiesta en nuestra relación con nuestro entorno. Todos sabemos que decir que una acción tenga visos de veracidad, no significa  que es igual que decir que es verdadera, al igual que decir que una actitud sea veraz, significa que sea sincera. La veracidad se asocia sobre todo a actitudes positivas como la virtud, la franqueza, la lucidez…etc. donde predomine la actitud de “ser sinceros”. Por tanto sabemos que veraz no es sinónimo de verdadero. La cuestión de la verdad ha impulsado numerosas tesis donde nos hemos cuestionado acerca del verdadero alcance de este valor (si es que se tiene por tal). Aun así, en un sentido práctico, la verdad no sólo debería ser patrimonio de personas públicas, sino que debe ser la actitud que se transforme en un valor añadido y por supuesto un valor positivo… Que sea una actitud que ejerzamos con cotidianidad, nunca como algo extraordinario. Es por ello un valor que aportamos y a la vez exigimos en nuestra relación con los demás. Aunque a veces hay circunstancias que nos incitan a dejar de ser tan “beligerantes” tan "superfluos", a dejar a un lado el egoísmo, a dejar de ser una persona a la que sólo le preocupa cosas banales, cosas sin importancia o intrascendentes… una de las peores causas que nos puede obligar a ello sería el afrontar una dura enfermedad, en la que puede que incluso nos juguemos la propia vida. Si se dieran estas nefastas circunstancias deberíamos pararnos a reflexionar, compartir esos miedos, esos terroríficos pensamientos, esa sensación de final… hablar de ello con nuestros allegados (familia, amigos...) y preocuparnos de cuestiones que son trascendentales para esa dura prueba a la que nos puede someter la vida, deberíamos entonces, de valorar aquello que es verdadero e importante en nuestra vida, aquello que no puede ser manipulado por nadie. Para tener confianza en los demás (familia, amigos, conocidos) es necesario que nos esforcemos por tener un pensamiento constructivo y positivo de los demás y que esas sensaciones a su vez las proyectemos sobre ellos en forma de buenas acciones y pensamientos.

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