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jueves, 27 de marzo de 2014

Valoraciones


   Cuando en nuestra sociedad hay algún cambio inesperado y este es valorado por diferentes personas, cada una le otorgará un valor distinto, como fiel reflejo de una escala de principios éticos personales que sustentan tanto su filosofía como su modo de pensar para afrontar las decisiones difíciles que se han de tomar en la vida. Ciertamente se valorará este cambio de diferente manera, así trasladarán su impresión personal, aquella que le causo el suceso en sí, a cuantos les quieran escuchar. Todas las diferentes valoraciones son ciertas y sinceras; a pesar de existir enormes contradicciones entre ellas: “diferentes personas,  diferentes valoraciones... un mismo hecho”; parafraseando a Calderón de la Barca "Nada es verdad, nada es mentira, todo es del color del cristal con que se mira". Estas diferentes apreciaciones expresan la búsqueda incesante de la trascendencia personal, por parte de cualquiera que desea fervientemente ser el centro de atención y motivo de "admiración y envidia sana" por parte de su entorno social; aunque solo sea por unos breves e insignificantes instantes. Este deseo de notoriedad tiene dos vertientes: "la mundana" que busca la gloria vana, inmediata y efímera o bien, "la espiritual" que pretende un reconocimiento a más largo plazo, bien se podía definir este como "un reconocimiento histórico", para que su fama perdure más allá de sus coetáneos y se instale en el "Olimpo" de la inmortalidad, de los héroes eternos, indistintamente, de que dicha fama se hubiese logrado por métodos poco o nada ortodoxos, ya fuesen de forma  positiva o negativa, en cualquier caso, lo que les importa es que la adquisición de esta fama no sea efímera y sea perpetua en el tiempo. Este deseo de notoriedad suele ser de carácter inverso, pues a menudo, debido a diferentes causas o circunstancias que confluyen en una misma persona, está, se suele hundir en su propia miseria. La vida es, como se nos recuerda constantemente, un deseo de aprovecharnos los unos de los otros, más que un deseo es una realidad; no queremos vivir bajo el yugo de nadie, ni tampoco en soledad, queremos dirigir nuestras palabras a quienes las quieran escuchar, mostrarles nuestra verdadera esencia, la persona que en realidad somos, esa que solo surge en la intimidad. Esto solo acontece en nuestro círculo de amistades más íntimo, cuando estamos "a gusto". Es está, la verdadera experiencia que se adquiere con una amistad sincera, que se define con la siguiente frase: "Hay algo más grande que sentirse querido, apreciado, amado; que siempre se nos quiera tener tan cerca como fuera posible, en cualquier momento, en cualquier circunstancia, nunca seremos mal recibidos, y en nuestra ausencia, se nos echara de menos". Y, ¿todavía dudaremos de la impresión que causamos? pues basta con nuestra presencia para desatar el oculto deseo que todos tenemos de acercarnos a los demás, de obtener su sincera amistad. Por ello, que se nos menosprecie sería un grave error, con respecto a nosotros, que bien podrían adoptar. Por insignificante que seamos o parezcamos ser, sus apreciaciones delatarían un desconocimiento absoluto de nuestra personalidad... Aunque el conocimiento que de ellos tenemos sea igualmente raquítico y escaso; no por ello es motivo para ser tenido por diminuto, por insuficiente. Y es que, aunque fuese poco, será visto por los que pueden así valorarlo, como preciso; sólo se necesitaría tener abiertos los ojos y oídos, que algunas personas, por extrañas razones que pertenecen más al terreno de lo místico que al real, los tienen perennemente cerrados y emponzoñados; siéndoles totalmente imposible apreciar la buena voluntad de quienes solo desean tener para con ellos una verdadera amistad, ser, en definitiva,  sus amigos... sin condicionantes, sin cláusulas ocultas en letras pequeñas, sin ninguna obligación. Pero siempre vuelve a aparecer la figura de la duda, cada vez que intentamos hacerles una demostración de esa pretendida amistad, quizá, sin desearlo, les hacemos sentir un poco incómodos y ello incrementa su desconfianza. En cualquier caso, es cierto que la desconfianza existe, y que tiene sus raíces tan profundas que nosotros unilateralmente no podemos eliminarla. También es verdad que las dudas tienen una dimensión demasiado compleja y confusa: nos va “lentamente corroyendo” y se hacen más profundas, hasta el punto de no poder de ninguna manera desterrarlas. Pero debemos combatir esas dudas con todas las armas que podamos tener, será el único método con el que se les puede vencer. No debemos olvidar que, a veces,  se nos ha calumniado sin motivo con la única finalidad de acabar con nuestra buena fama, por tanto para desprestigiarnos. Debemos de reconocer que han estado a punto de conseguirlo, pero la falta de constancia y de persistencia ha jugado a nuestro favor. Asimismo, no debemos olvidar que la gente nos tragamos una "trola" antes que darle crédito a la verdad. La cayada como respuesta que les damos, les demuestra la absurdidad del argumento de quienes en todo lo que hacen o dicen, se contradicen. De paso, ese silencio realizado por nosotros es la confirmación de la falsedad de esas calumnias. La desinformación que a sabiendas provocan, es un fermento maléfico y destructor de la verdadera amistad. Precisamente, uno de los signos de división es no saber entendernos los unos con otros. Desgraciadamente, en la sociedad actual abunda este tipo de personas, que impiden con su actitud que se desarrolle la comprensión y el reconocimiento mutuo. Es bueno que meditemos cuál es nuestra posición en este “entuerto”. Preguntémonos: ¿somos el origen de la discordia o somos la inevitable consecuencia de esta? ¿Colaboro con mi actitud en “armonizar” nuestro entorno? Porque de la mente humana salen las cosas más maravillosas que jamás hubiésemos imaginado inventar, pero también salen las perversiones más diabólicas que jamás pudiésemos pensar efectuar. Es muy importante saber conciliar nuestra vida con la de nuestro entorno, la respuesta a todos los inconvenientes está en el interior de cada uno, es decir, poner nuestro granito de arena en la colaboración que se necesita para que nos entendamos, recordemos que “dos no discuten si uno de ellos no quiere”.


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