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jueves, 20 de febrero de 2014

Juventud


 
    ¿Por qué se está castigando a toda una generación con un desorbitado obstruccionismo? Pareciera como si se les tuviera miedo, o quizás pánico; como si, de cierta forma, les molestase que sean mejores. “Si solo piden una señal de buena fe hacia ellos"... Con esta reflexión, se nos invita al acercamiento generacional hacia nuestros jóvenes, intentar de comprender sus demandas, sus acciones, lo que piensan, lo que nos proponen… expresándolo a través de unos sueños que son, ciertamente, propios de esa bendita edad, “señal inequívoca de máxima vitalidad, creatividad, así como de esperanza", que se esfuma súbitamente con la ausencia de ilusión, que acompaña a la edad adulta. Parece que a esta sociedad nos falta "ese empujoncito que propicie la capacidad de pensar" o la capacidad de vislumbrar el futuro “no tan lejano”. Ser capaces de discernir y prever que en ese futuro se incluyan actuaciones específicas a favor de la juventud. Como por ejemplo: implementar su participación  en las decisiones, sobre todo en aquellas que les afecte, hacerlo con acciones y motivaciones específicas, abordar la planificación del futuro con un espíritu nuevo, en el cual sea pensado explícitamente por/para ellos... Que esté dotado de mecanismos que propicien su desarrollo y su participación, esa que ahora reclaman. También entre otras señales, nos piden que el compromiso que se adquiere con ellos, no sea únicamente para garantizar su presencia, para que hagan “bulto” sino que ésta sea constante, y sea percibida su colaboración por el conjunto de la sociedad… en una palabra “que les dejemos ocupar el lugar que legítimamente les corresponde”. ¿Cómo le podemos facilitar la participación? Nunca se debió de ningunear sus aspiraciones, ni haberles dado la callada como única respuesta. Si se les escucha, si recogemos el desafío que nos lanzan... Comprobaremos que también nosotros deberíamos "a poco que se quiera, de cambiar la lógica de nuestro mundo" orientarlo de tal manera, que sea posible buscar signos que nos confirmen el insaciable deseo de autoafirmación, que toda persona (joven o adulto) necesita. La juventud no quiere que se le haga un signo de distinción cualquiera, solo aceptaran aquel que les garantice que van a obtener de la vida, todo lo que ellos presuponen y esperan. No desean que se hagan milagros, ni nada extraordinario... no son imbéciles, ni viven en la utopía. Lo que si desean y nos exigen son hechos tangibles, que les conceda cierta seguridad para otorgarle visos de credibilidad a su visión particular “de cómo se tienen que hacer las cosas”. En definitiva, cuando la juventud, al igual que le sucede al resto de la sociedad, pide de una manera u otra el bien, lo pide para todos, no solamente para ellos, no son egoístas... Asimismo piden que se actúe de la única manera considera por todos acertada “honradamente”. Y, que de hecho se apoye sin fisuras su modelo de pensar y de actuar. Es la única forma eficaz que conocen (y por eso así lo piden). La juventud entiende esos caminos, sabe de tiempos, pues tienen toda la vida por delante… A nosotros no nos resulta fácil comprenderlos, por la ausencia de dialogo intergeneracional. Debemos dejarnos encontrar por todos los que nos quieran buscar...También, si tenemos algo de sensatez, nos hará comprender cuál es esa única vía de comunicación y cómo podemos satisfacer sus aspiraciones. La forma de proceder de nuestros jóvenes es sorprendente, teniendo en cuenta que su preparación es muy buena, se sale de lo común, de lo considerado hasta ahora como corriente...Sin embargo, esta preparación de nada o poco les ha valido, ya que se están viendo obligados a emigrar a otros países… donde si  encuentran el ansiado trabajo y quizás, la última razón para su marcha, su sustento. Es este contexto económico una desventaja para todos, pues ante este nuevo reto habrá personas que lo superen y salgan airosas,  en cambio otras sucumbirán en el abismo, será su vida un infierno personal... Es entonces cuando se nos advierte “tened cuidado y guardaos de la dejadez o de la apatía hacia la juventud..." Si les dejamos caminar solos hacia su destino, y tomamos por bandera la indiferencia,  más bien lo que se lograría, sería sembrar cizaña. La distancia, entre ambos sectores, se hará aún mayor. Su futuro y el nuestro dependen de las decisiones que tomemos ahora, pues “una decisión compartida tomada entre todos no es sinónimo de ningún absurdo”. Al contrario, son estas decisiones las que dependen del conjunto de la sociedad, las que nos comprometen a todos. Tener una verdadera y autentica actitud comprometida implica que se sea activo y dinámico; en cambio con una actitud condicionada, al final se queda en nada, solo en pura apariencia, que se pierde finalmente, en las banalidades de falsas promesas… La nuestra debe ser una actitud racional, hay que mirar con los ojos de un niño y no con los de una persona adulta ¿Aún no lo comprendemos, ni queremos entenderlo? ¿Tenemos la mente embotada? La distancia entre las diferentes generaciones se expande, cuando debería de contraerse; crece sin que se sepa cómo, ni por qué, ni se luche contra ello. Para obtener una auténtica integración y que nada nos distraiga del pretendido encuentro generacional, no debemos perder ocasión para aprender o enseñar. Nos hemos de liberar de la falsa idea de que la juventud no tiene nada que hacer, que no le ha llegado su hora. Y ellos de que no somos tan antigüos, tan “carrozas”, ni muestro tiempo se ha acabado (aún).

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