La
vida nos enseña que hay que ser sensibles con las necesidades de las personas
que más lo precisen, y estar dispuestos a ayudarles en cualquier momento,
cuando salgan a nuestro encuentro, con la esperanza de obtener nuestro auxilio.
No podemos repudiarles, tampoco escabullirnos de su solicitud explícita de
ayuda, ni escondernos de nuestra conciencia, es como huir de nosotros mismos.
Debemos pues, salir al encuentro de esas personas y que no nos resulte
indiferente sus penurias. Nuestra alma se estremece al verles, son tantas las
necesidades que tienen, es tan poco lo que les podemos ofrecer, pero
abandonamos a un lado los proyectos que estemos desarrollando, y aquellos que
estemos diseñando les damos un nuevo enfoque que nos estimule para ponemos
manos a la obra e intentar darles alguna solución real y viable, aunque esta
sea parcial y alivie muy poco esas tremendas penurias. ¿Cuántas veces hemos
necesitado que nos ayuden de urgencia? Más de las que creemos ¡ojala! y no
hubiesen sido ninguna, ¿o cuantas veces nos hemos dejado llevar por la
impaciencia? Demasiadas también, la hemos dejado que mande sobre nuestra
conducta racional, queríamos que la solución fuese inmediata, rápida y eficaz.
.. Lo que es decir “melón y tajada en la mano”, pero ¿Cuántas veces hemos
querido cambiar de proyectos para atender nuestras necesidades inmediatas y
sobre todo aquellas que surgen de manera imprevista? Hemos de tener
maleabilidad, ser capaces de modificar nuestros hábitos, ser capaces de estar
disponibles por nosotros, y sobre todo
por las personas que nos lo piden, cuando nos lo pidan, ósea, en todo
momento... hacer una "guardia"
de veinticuatro horas diarias, los siete días de la semana. Es cierto que el
tiempo pasa deprisa, cuando lo tienes todo, cuando no tienes carencias: ni
materiales, ni sentimentales… ¡así sí! es fácil que el tiempo se acelere. Pero
que largos son los días cuando se carece hasta de lo más básico, solo
preocupa que se pueda comer, que haya un mendrugo de pan que llevarse a
la boca… lo demás carece de importancia,
parece secundario. Entonces ¿Por qué no se hace una propuesta de vida
razonada, razonable y sobre todo viable para los más débiles? No solamente nos
preocupa que puedan comer, sino que tengan una vida digna, como cualquier otra
persona, darles el alimento no debe ser suficiente, no ha de bastar, es solo poner un parche a
una situación muy peliaguda… no hay que añadirles más dificultades, que ya son
demasiadas las preocupaciones que tienen y que viven a diario porque son
crueles y reales, ¡demasiado reales!: la comida vale un dinero que no se
dispone, que ni se tiene ni se espera tener. Ver que las dificultades
materiales van creciendo día a día, que la solución a sus males no llega: ni
por activa, ni por pasiva. Pero sus ojos se niegan todavía a ver la
desesperanza que padecen en sus propias carnes, no reconocen que el derecho le
asiste a percibir una ayuda, que la sociedad les niega, pero que en concreto,
las administraciones tienen una deuda hacia ellos, que forman parte de esta
sociedad, que no fallan ellos, falla en cualquier caso el sistema. Hoy nos
piden ayuda, solo algo de comida. Una
comida que irónicamente para ellos es últimamente tan escasa, pero que les
sirve para alimentar sus esperanzas; quizá, solo les dé para un día más... esperando
que también mañana encuentren a alguien con la suficiente sensibilidad para que
les pueda saciar su hambre, tapar sus
bocas, y esto ocurrirá así, sucesivamente hasta no se sabe cuándo. O se acabe
el camino o desaparezcan las necesidades o los menesterosos.
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