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jueves, 23 de enero de 2014

La familia


   
Queremos estar siempre rodeados de todas las personas que significan algo en nuestra vida, las que de verdad nos importan y mucho, quizá más aún de lo que nosotros mismos creemos. Nuestro corazón nos pide verles con la mayor asiduidad que sea posible, para compartir con ellos nuestros miedos, nuestras perspectivas, nuestros proyectos de futuro... la razón lo ratifica. Necesitamos sentir su presencia,  que forman parte de nuestras vidas, una necesidad que, según creemos, es recíproca. Deseamos compartir las novedades que suceden en nuestras vidas, ya sea la rutina diaria o algún suceso extraordinario, cuánto nos pase o nos acontece... enseguida, si pudiese ser. Si es bueno lo gozaremos como si fuese un bien propio, si es malo lo sufriremos a la par,  junto con ellos. Además nos aportan esa sensación, que hoy en día tanto se valora, la serenidad...que nos es necesaria para observar y planificar el futuro con una mirada optimista… Cuando estamos en su compañía, saboreamos el verdadero significado de la palabra “Relax”, son sensaciones difíciles de conseguir mediante cualquier otra experiencia... fuese de la índole o relevancia que fuese. Significa,  por tanto,  para nosotros una experiencia inenarrable, indescriptible e inigualable… nunca valoraremos lo suficiente todo lo que representan y el bien que nos hacen. Debemos atesorar esos momentos, porque son únicos e irrepetibles y serán la parte gratificante de futuros recuerdos personales…la base principal de ellos. El disfrutar de esa bendita paz, esa confianza, ese "estar tan a gustito" y sobre todo, esa sensación de seguridad, son emociones reservadas únicamente a las reuniones  familiares, “con nuestra familia”. Por ella somos… lo que somos... Por ella haríamos lo que fuese menester para lograr su bienestar, igualmente no hay nada que esté prohibido pedirles. A la familia nunca les deberíamos mentir o agraviar…y si sucediera alguna vez, nunca debería ser considerado tan grave que no se pudiese perdonar: no solo una vez, sino cuantas veces fuesen precisas…En este caso, se apodera del conjunto de la familia una extraña "amnesia" que obliga a olvidar todo lo acontecido a todos,  rápidamente... Cualquier recuerdo de este suceso, sería una afrenta  para toda la familia, Pero se  cuenta con un arma infalible, una palabra mágica que deshace todo tipo de entuertos “perdón”. Esto nos demuestra una verdad absoluta a la familia no se le puede escoger, ni ellos tampoco a nosotros… Nunca se cambiaría a ninguno de sus miembros por nadie. Porque nadie nos puede aportar a nuestra vida,  lo que cualquier miembro de nuestra familia nos aporta... Ciertamente, el hecho de compartir la misma sangre, no es sinónimo de carecer de defectos, sino lo contrario, se tienen como cualquier otra persona. Aunque si debería de hacernos recapacitar sobre aquellas ofensas que se hubiesen podido evitar y que se produjeron  dentro de un contexto muy inapropiado, pues son situaciones que ridiculizan  a algún miembro delante de toda la familia, llevada a término por otro miembro mediante hechos o palabras pronunciadas con cierta ironía,  con maldad para hacer daño, con hostilidad para dejar claro nuestra actitud violenta... son estas actitudes perversas, por su descarada manipulación para manipular a la familia en contra de alguno de sus integrantes, las imposiciones de cualquier ocurrencia imposible, de mandamientos inverosímiles...Somos humanos y como tales reaccionamos, lo que debe de ser el motivo más grande de alegría, se transforma, sin pretenderlo nadie (o eso se presupone) en todo lo contrario... es tanta la vergüenza,  el bochorno que provocan, a nivel personal, a nivel colectivo, porque es en presencia de la gente que queremos… A veces (muy pocas) estas reuniones acaban como el Rosario de la aurora"; salen a relucir esas viejas redencillas guardadas, las viejas envidias e intereses o temores... la inmensa mayoría provocadas por el reparto de herencias mal interpretadas, o bien por consejos dados a destiempo, impropios y con mucho sarcasmo. Pero en el fondo, se busca lo mejor para cada uno de los miembros que formamos el núcleo familiar, debemos dejar un sendero para la esperanza, para hacer viable la reconciliación, incluso, ser capaces de perdonar sin que se pida ese perdón, de compadecernos de la debilidad moral que provoca la ofensa. Después, cuando lo procesamos, se asocia el perdón que se da a la generosidad personal y  la incansable acción para fortalecer la unidad familiar, no es hacer nada extraordinario, ni algo  “palpable”. Es una garantía para la continuidad de la unidad de toda la familia, después de otorgar el perdón, en el pecado estará la penitencia, que será a su vez la garante del olvido. Comenzamos de nuevo, y esto nos recuerda la urgente necesidad que tenemos de ser sinceros y no guardar rencores, ni hacer leña del árbol caído, procurar el llevarnos bien con toda nuestra familia, no descuidarla, ni olvidarla, ni dividirla...porque es la única y la más importante que jamás tendremos en la vida.

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