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martes, 28 de enero de 2014

Alucinación en colores




    Dicen que cuando el río suena... Nosotros no salimos del asombro que nos causa escuchar tanta barbaridad “alucinamos en colores” ¿Que ocurre de verdad últimamente? Para que los unos quieran que perdamos la esperanza de recuperación socio-económica (la poca que aún nos queda) y los otros nos bombardean con perspectivas halagüeñas, con datos económicos positivos de muy hondo calado y repercusión...”Pareciera” que hay elecciones en pocos meses y por tanto, sería conveniente que el panorama estuviese un poco agitado,  a ser posible que nos decantemos en un sentido u otro: seamos azules o rojos, ósea del duopolio político tradicional ...Que lleguemos a creer a unos más que a otros, dependerá de cómo nos vaya en el diario transcurrir por este "valle de lágrimas", dependerá también, de la credibilidad que aún les otorguemos a la autodenominada "clase política", a esos mismos que nos hacen los habituales recortes, denominados " reformas" para que sean más fácil de digerir. O para aquellos que permanecen con los brazos cruzados; mientras se evapora el "Estado de bienestar". Ahora sí, se acordarán de nosotros, ahora porque les interesa que les concedamos nuestro voto, que renovemos en ellos, nuevamente, nuestra maltrecha confianza, pero ¿se lo merecen? Es una pregunta que cada uno deberíamos de realizarnos... la respuesta que se puede obtener es demasiado compleja y personal para generalizarla…  Debemos de ser conscientes de que todavía está en nuestra mano la papeleta, aún la tenemos en nuestro poder, sigue siendo nuestra, hasta que la depositemos en la urna (si es que se nos antoja hacerlo así). Los políticos ven en las gentes solo el poder que representan y lo quieren para sí... por estas razones no desean que tomemos conciencia del inmenso poder que emanamos y poseemos... Y a pesar de todo: de lo bueno, de lo malo, de lo que ni da frío, ni da calor...de todo aquello en lo que nos hayan podido defraudar... se atreven a pedirlo; para después ejercerlo a su antojo, sin acordarse de nada, ni de nadie o sencillamente para renovarlo sin más. Realmente, uno queda sorprendido de hasta que límites de vileza, de bajeza moral pueden llegar a alcanzar. El desprecio, la calumnia vertida contra el adversario para descalificarle, evitando el debate sobre ideas y soluciones, allanándose su propio camino, haciendo un uso deplorable de la confianza del elector, dentro del ejercicio o contexto de una deplorable malicia humana; es este el caso de unos pocos políticos hipócritas, demagogos e indecentes. Tienen por delante la buena acogida que reciben de las personas de bien, que dentro de su inocencia, de la humildad de su corazón…parecen ser las perfectas “víctimas Inocentes” que no se enteran de nada y hacen además de soldados para librar la guerra ideológica contra sus adversarios, esa que no se atreven a librar ellos personalmente, tal vez por miedo a perder. Se supone que son los que más saben, que son expertos, los que conocen  o debieran conocer de primera mano las necesidades de la gente y por ello para facilitar una solución duradera, pretenden alcanzar el poder para socorrer "supuestamente" al pueblo. Resulta que no sólo es falso, sino que desconocen hasta el mínimo apéndice de la realidad social imperante. Es este un panorama, como para darse media vuelta y decirles: ¡yo me bajo en esta parada! ¡Ahí os quedáis! ¡Conmigo no contar para nada! Pero es una determinación un poco fuerte, irresponsable e irreflexiva; se debiera tomar con mucha meditación y más paciencia; no deberíamos tomar esas decisiones con temeridad, sino juzgar sus actitudes, si sus promesas son reales o carecen de veracidad. El ejercicio de la extrema condescendencia nos lleva, incluso, a tratar de comprender sus razones, argumentándonos que no se atreverán a volver a engañarnos con esas bellas, aunque embaucadoras palabras y asimismo,  deberíamos de considerar si sus argumentos son sólidos  y  sí pasarían por un control de calidad lo suficientemente razonable para que así lo verificase. Aunque al final, lo queramos o  no, debemos tomar una decisión sobre las medidas oportunas para salvaguardar nuestros intereses, decidirlas con autoridad, pero con convencimiento, ¡quizá! con algo de rebeldía… de lo contrario quedarán estos infames sin el adecuado correctivo. Y no será solo porque en el fondo no les queramos perdonar, sino, porque primero, ante todo, para ser perdonados, han de reconocer su error y formular el debido arrepentimiento, por sus acciones o por sus inacciones. Que se les pida perdón a tantos que quisieron comer y no tenían nada que poner en la mesa, a tantos que perdieron, incluso, la mesa, la cama, el techo, su casa, su familia, su dignidad como personas…y tantas cosas más. A tantos que les robaron  el ahorro de sus vidas, esos que creían a salvo en las "preferentes bancarias", a tantos que es imposible nombrar en solo tres líneas… es tan larga la lista, que también se le añade todos los que hemos sufrido incomprensión, cuando solo deseábamos obrar con buena intención en favor de personas en riesgo de pobreza extrema, de esos más desfavorecidos, de esos más necesitados. No nos extrañe, por tanto, si en ese futuro inmediato, aparecen esas dudas. Serán indicio de que hemos reflexionado en profundidad y comenzamos a despertar de este largo y durísimo letargo invernal.

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