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sábado, 4 de enero de 2014

Viejos Caminos


   Durante estos días de asueto he reflexionado mucho y llega a mi mente esos recuerdos de las circunstancias que propiciaron el nacimiento del interés por la situación socio-laboral y familiar de las personas con discapacidad, en un primer momento era por cuestión de visibilidad, de reconocimiento... para luego prepararme ante la larga travesía que me aguardaba y que tendría que emprender sin mayor tardanza. En aquel primer instante fue en soledad o con muy escaso acompañamiento. Nadie sabía nada de mí, tampoco había escuchado nada o muy poco de la idea de integración e inclusión social de las personas con discapacidad, mucho menos de la organización de su movimiento asociativo... si bien es cierto que a muy pocos les interesaba. Durante un largo periodo fue más bien predicar en el desierto que cualquier otra cosa, debido a la lejanía física e intelectual de la población. Pero también desde el desierto, si se insiste, si se grita se escucharía mi voz. Un buen día, decidí señalar con el dedo los puntos flacos, las carencias históricas que este sector social sufría desde siempre. Ello propicio que los diferentes estamentos sociales al menos se interesasen, se preocupasen, escuchasen por primera vez mi mensaje e incluso lo entendieran. Las miradas e intereses se cruzaron entre todos nosotros y aquel momento nació una colaboración más estrecha, ello supuso un punto de inflexión para que se  advirtiera de la marginación, de la desigual vivencia de las personas con discapacidad, exprese aquello que desde mi sencillez, quería reclamar: un trato más justo y unas reivindicaciones igualmente justas y necesarias para iniciar ese largo y duro camino hacia la normalización, hacia la plena integración social… intentaba implicar a todos en esta demanda de justicia social para los más débiles. Éste mensaje sencillo, les calo muy hondo, pues todos, sin excepción conocían o tenían entre sus amigos o familiares personas con discapacidad. Estas reivindicaciones, a su vez, removieron sus corazones y sentaron las bases de futuras demandas, donde quedasen  integradas todas aquellas sensibilidades del tan diverso y rico mosaico que componen las personas con discapacidad: Es entonces cuando verdaderamente comenzó el auténtico trabajo, fue una ardua e inacabable labor.  Un trabajo que se elaboró en la intimidad y con multitud de complicidades o confidencias. Era el momento cumbre de un deseo que se hacía realidad, del momento de la integración por todos anhelado y compartido. Se quedaron muchas reivindicaciones en el tintero, no se quiso abusar de la reciente confianza obtenida, ya se tomarían en cuenta en otro día o en otro momento más conveniente, cuando las circunstancias fuesen más propicias y el sol iluminase y calentase para todos por igual. Iluminados por la llama de la razón, queríamos también ganarnos el favor de los que yacían en la oscuridad, que ante la discapacidad, no sentían ni frío, ni calor... convencerles y tratar de traerles a nuestro terreno o causa, que marchasen a nuestro lado, compartiendo con nosotros el camino. Enardecidos, engrandecidos que estábamos, sentimos la necesidad de divulgar nuestros objetivos a todos, lo que estimábamos que eran unas justas reivindicaciones, hacerles saber las circunstancias de discriminación en que se ha vivido, y se continúan viviendo; todo ello a pesar de los tímidos avances que ya se han dado.  Más también es cierto que hemos encontrado muchísima resistencia en la divulgación de estas ideas, quizá, puede que ocurriera, que al ser el mundo rural totalmente diferente, fuese más difícil de convencer a determinadas personas, que seguían viviendo ancladas en las actitudes y pensamientos de siglos anteriores. Y como siempre lo habían hecho así ¿Por qué iban a cambiar? Nosotros nunca nos cansaremos de ir por calles y plazas, por las aldeas, por donde fuese preciso gritando esta que creemos es una gran verdad, pues nos asiste la razón y la justicia esta de nuestro lado.  Lo difícil, pero esencial, para todos, en esta vida, es dejarse convencer, cambiar la forma de apreciar la rutina diaria, convencerse de ser poseedores de derechos y deberes, saber estar y sobre todo saber compartir. El camino y el proceso que se ha emprendido es largo, la meta seguramente no la veremos nosotros, ¡Ojala! pues es seguro que abandonaremos este camino antes de tan siquiera tener constancia de lo eminente o cercano del final de esta dura travesía. La vida nos abandonara, pero hemos de estar llenos de satisfacción por el deber cumplido; no se verá el final, pero hemos de admitir que antes no había ni camino, y que exista es un orgullo compartido con muchas personas que tampoco han visto su sueño realizado, soñaron con la verdadera integración, con la verdadera justicia, que esperaban un día fuese realidad, a ellos les declaráramos pioneros de esta simpar lucha por la igualdad, pero con la excelencia de haber sido los precursores.

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