Durante
estos días de asueto he reflexionado mucho y llega a mi mente esos recuerdos de
las circunstancias que propiciaron el nacimiento del interés por la situación
socio-laboral y familiar de las personas con discapacidad, en un primer momento
era por cuestión de visibilidad, de reconocimiento... para luego prepararme
ante la larga travesía que me aguardaba y que tendría que emprender sin mayor
tardanza. En aquel primer instante fue en soledad o con muy escaso
acompañamiento. Nadie sabía nada de mí, tampoco había escuchado nada o muy poco
de la idea de integración e inclusión social de las personas con discapacidad,
mucho menos de la organización de su movimiento asociativo... si bien es cierto
que a muy pocos les interesaba. Durante un largo periodo fue más bien predicar
en el desierto que cualquier otra cosa, debido a la lejanía física e
intelectual de la población. Pero también desde el desierto, si se insiste, si
se grita se escucharía mi voz. Un buen día, decidí señalar con el dedo los
puntos flacos, las carencias históricas que este sector social sufría desde
siempre. Ello propicio que los diferentes estamentos sociales al menos se
interesasen, se preocupasen, escuchasen por primera vez mi mensaje e incluso lo
entendieran. Las miradas e intereses se cruzaron entre todos nosotros y aquel
momento nació una colaboración más estrecha, ello supuso un punto de inflexión
para que se advirtiera de la
marginación, de la desigual vivencia de las personas con discapacidad, exprese
aquello que desde mi sencillez, quería reclamar: un trato más justo y unas
reivindicaciones igualmente justas y necesarias para iniciar ese largo y duro
camino hacia la normalización, hacia la plena integración social… intentaba
implicar a todos en esta demanda de justicia social para los más débiles. Éste
mensaje sencillo, les calo muy hondo, pues todos, sin excepción conocían o
tenían entre sus amigos o familiares personas con discapacidad. Estas
reivindicaciones, a su vez, removieron sus corazones y sentaron las bases de
futuras demandas, donde quedasen
integradas todas aquellas sensibilidades del tan diverso y rico mosaico
que componen las personas con discapacidad: Es entonces cuando verdaderamente
comenzó el auténtico trabajo, fue una ardua e inacabable labor. Un trabajo que se elaboró en la intimidad y
con multitud de complicidades o confidencias. Era el momento cumbre de un deseo
que se hacía realidad, del momento de la integración por todos anhelado y
compartido. Se quedaron muchas reivindicaciones en el tintero, no se quiso
abusar de la reciente confianza obtenida, ya se tomarían en cuenta en otro día
o en otro momento más conveniente, cuando las circunstancias fuesen más
propicias y el sol iluminase y calentase para todos por igual. Iluminados por
la llama de la razón, queríamos también ganarnos el favor de los que yacían en
la oscuridad, que ante la discapacidad, no sentían ni frío, ni calor...
convencerles y tratar de traerles a nuestro terreno o causa, que marchasen a
nuestro lado, compartiendo con nosotros el camino. Enardecidos, engrandecidos
que estábamos, sentimos la necesidad de divulgar nuestros objetivos a todos, lo
que estimábamos que eran unas justas reivindicaciones, hacerles saber las
circunstancias de discriminación en que se ha vivido, y se continúan viviendo;
todo ello a pesar de los tímidos avances que ya se han dado. Más también es cierto que hemos encontrado
muchísima resistencia en la divulgación de estas ideas, quizá, puede que
ocurriera, que al ser el mundo rural totalmente diferente, fuese más difícil de
convencer a determinadas personas, que seguían viviendo ancladas en las
actitudes y pensamientos de siglos anteriores. Y como siempre lo habían hecho
así ¿Por qué iban a cambiar? Nosotros nunca nos cansaremos de ir por calles y
plazas, por las aldeas, por donde fuese preciso gritando esta que creemos es
una gran verdad, pues nos asiste la razón y la justicia esta de nuestro
lado. Lo difícil, pero esencial, para
todos, en esta vida, es dejarse convencer, cambiar la forma de apreciar la
rutina diaria, convencerse de ser poseedores de derechos y deberes, saber estar
y sobre todo saber compartir. El camino y el proceso que se ha emprendido es
largo, la meta seguramente no la veremos nosotros, ¡Ojala! pues es seguro que
abandonaremos este camino antes de tan siquiera tener constancia de lo eminente
o cercano del final de esta dura travesía. La vida nos abandonara, pero hemos
de estar llenos de satisfacción por el deber cumplido; no se verá el final,
pero hemos de admitir que antes no había ni camino, y que exista es un orgullo
compartido con muchas personas que tampoco han visto su sueño realizado,
soñaron con la verdadera integración, con la verdadera justicia, que esperaban
un día fuese realidad, a ellos les declaráramos pioneros de esta simpar lucha
por la igualdad, pero con la excelencia de haber sido los precursores.
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