Cuando
comienza un nuevo año, como nos ocurrió en los anteriores, viene cargado de
ilusiones, de esperanzas, de buenos propósitos… que más adelante seguramente se
quedaran en nada, al menos una mayoría de ellos. Pero como mínimo nos habremos
motivado, habremos tomado conciencia que debemos efectuar un cambio, más o
menos radical o profundo de nuestros usos, maneras o costumbres. Debemos de
efectuar un profundo análisis y saber en qué condiciones estamos y que
necesitamos cambiar o mejorar para cubrir nuestras aspiraciones: Saber cuáles
son nuestras virtudes, cuales son nuestros defectos… elaborar una lista de lo
que deseamos comenzar a cambiar en breve y lo que estamos dispuestos a
sacrificar para conseguirlo... visualizar asimismo, los caminos ineludibles para
su definitivo logro. Sería de mucha utilidad el ponerle una fecha límite para
su consecución, y también unos indicadores que nos muestre si nuestro progreso
lo hacen por la dirección y a la velocidad correcta, por si acaso se ha de
rectificar… Los propósitos deben ser viables, nosotros nos conocemos mejor que
nadie y sabemos cuál es nuestro talón de Aquiles; por ello no debemos exigirnos
más de lo que nuestra capacidad pueda soportar, nos puede ocurrir que sea un
muro tan alto e infranqueable que desistamos por ser imposible de escalar. Tampoco nunca debería
ser menor… no fijarnos un propósito demasiado pequeño o irrisorio, de muy fácil
consecución… ello nos resta estimulo, no supone ningún reto, nos resta capacidad
de reacción y nos lleva a la vagancia… tanto es así, que concluirá el plazo
fijado y no lo habremos intentado tan siquiera, al ser este, un propósito
minúsculo siempre estaremos justificando su aparcamiento diciendo “ya lo haré
mañana”; lo peor es que pasa todo el plazo que nos impusimos y ese mañana no
llega. Y así una y otra vez… año tras año. Entonces, ¿Qué hará este diferente?
Nuestra actitud, el convencimiento o el empeño puesto en conseguirlo, la
constancia para no caer en el desánimo, la ambición de hacerlo realidad… para
conseguirlo deberíamos de empezar hoy mismo, nunca esperar a mañana, pues
surgirá otra excusa y pondremos otro plazo más largo… aplazándolo continuamente
hasta que forme parte de otra lista de propósitos, de otro año diferente. No
debemos sentirnos ansiosos o mostrarnos insatisfechos, asimismo no elaborar una
lista tan amplia e interminable que nos haga inviable su consecución, por lo
abultada y sobre todo por la previsible inversión de tiempo y la ansiedad que
nos provocaría tantas tareas. Son quizá demasiadas las cosas que debemos de
cambiar o mejorar: Dejar de fumar, adelgazar o engordar, aprender inglés o
alemán, hacer ejercicio o un deporte indeterminado, compartir más tiempo con la
familia…etc. Tantas que debemos comenzar por lo que nos sea más fácil y
conveniente, la elección la debemos basar de acuerdo con las mayores
probabilidades de éxito, cada cual las
conoce perfectamente, conforme se logren metas se darán pasos de gigante hacia
la autoestima, esta ira creciendo y hará factible o posible la continuación en
la realización del resto de propósitos de la lista inicial. ¿Te animas? o al
menos ¿lo quieres intentar?
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