Al
tener conocimiento de palabras pronunciadas o escritas por determinadas
personas, a veces, es verdad, que se nos cae literalmente “los palos del
sombrajo”, puede que la culpa sea nuestra por haber idealizado en exceso a
personas que quizás nunca lo merecieron, les hemos puesto injusta e
inmerecidamente en un pedestal… Eran para nosotros sus consejos más que una
necesidad, un aliciente para sobrellevar nuestra sofocante rutina… Quizá
necesitábamos de creer en alguien, saber que todas las personas no son corruptas o malas. Iniciamos nuestro
día a día, teniéndoles como el ejemplo a seguir… Pero son solo hombres o
mujeres como cualquier otra persona normal, sin ninguna cualidad especial, como
nosotros… Más hasta ahora no lo eran, sus palabras nos han hecho más daño,
porque han matado nuestra fe en la humanidad, esa que creíamos inquebrantable,
se ha hecho añicos, ha quedado reducida a polvo o ni tan siquiera eso… Nosotros
creíamos que eran personas “legales”…
pero nos han demostrado que todo es mentira, que era solo una imagen construida
y diseñada siguiendo el modelo del gusto de la mayoría, con la única y
exclusiva intención o finalidad de embaucarnos. Nosotros les otorgábamos una
integridad digna de nuestra admiración, que les confería ese aura, ese toque sobrehumano
que nos llevaba a la devoción desbocada, a esa de la que nada o nadie,
creíamos, nos haría dudar nunca de su honestidad, pero se sirvieron en todo
momento de esa confianza, de sabernos justos porque a ellos les creíamos justos
y honrados, responsables de sus acciones, que asimismo creíamos que las hacía
para defendernos, a todos sin excepción…Hoy, más que nunca, ponemos en duda
todo lo que han hecho con anterioridad, debemos de proclamar esa mala noticia. Hoy más que nunca
o tanto como siempre debemos denunciar estas actitudes por viles e inhumanas,
por intentar imponer una doctrina de confusión, de divergencia, y desunión. La
vida nos recuerda que más vale hechos que palabras, ósea “Mas pan y menos
manteles” con esta exhortación se pretende proponer que seamos consecuentes con
nuestros pensamientos, que no sean solo bellas palabras pronunciadas en un
momento de exaltación e inspiración, pero rápidamente olvidadas. Hay que vivir
con absoluta fidelidad al pensamiento que se pretende otros sigan. Es, ante
todo, una necesidad que sentimos de manera o forma inevitable, porque sabemos
de la dificultad que dicha tarea impone, por ello, les compete darle forma,
ponerla en valor con su práctica. Seguramente la culpa es nuestra por haber
confiado en ellos ciegamente, nos dieron unas migajas y creíamos que nos daban
de comer, no apreciamos que seguíamos con hambre, no nos lo dejaban apreciar…
Es por ello por lo que hoy se plantea esas dudas, bueno, esta profunda
desconfianza, El valor de la palabra es nulo en contraposición con la acción
efectivamente ejecutada, se tergiversa su metodología, cada vez con más
frecuencia; nos exigen paciencia, porque a ellos les conviene de hecho, porque
ya se han ganado la fama y están durmiendo.
Cuando pase un pequeño periodo nos atacaran con su verbigracia, porque
creen que nos pueden engañar tantas veces como deseen, como les fuera preciso.
Pero no temamos, porque su ayuda nos falte, siempre nos está faltando.
Redescubrámosles de verdad, hagamos posible que se quiten ese disfraz de
cordero, que conozcamos su auténtico rostro de lobo feroz, sus verdaderas
intenciones… ¿Qué más nos pueden hacer? ¿Con que nos van a amenazar de nuevo?
Es nuestra vida, vivámosla nosotros, hagámonos dueños de ella, que la
disfrutemos gozosamente, al menos lo mejor que podamos… y anunciémosles a ellos
que seguimos sedientos de justicia y esperanza, tal y como siempre hemos
estado.
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