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domingo, 29 de diciembre de 2013

Desesperante




   Al tener conocimiento de palabras pronunciadas o escritas por determinadas personas, a veces, es verdad, que se nos cae literalmente “los palos del sombrajo”, puede que la culpa sea nuestra por haber idealizado en exceso a personas que quizás nunca lo merecieron, les hemos puesto injusta e inmerecidamente en un pedestal… Eran para nosotros sus consejos más que una necesidad, un aliciente para sobrellevar nuestra sofocante rutina… Quizá necesitábamos de creer en alguien, saber que todas las personas  no son corruptas o malas. Iniciamos nuestro día a día, teniéndoles como el ejemplo a seguir… Pero son solo hombres o mujeres como cualquier otra persona normal, sin ninguna cualidad especial, como nosotros… Más hasta ahora no lo eran, sus palabras nos han hecho más daño, porque han matado nuestra fe en la humanidad, esa que creíamos inquebrantable, se ha hecho añicos, ha quedado reducida a polvo o ni tan siquiera eso… Nosotros creíamos que eran  personas “legales”… pero nos han demostrado que todo es mentira, que era solo una imagen construida y diseñada siguiendo el modelo del gusto de la mayoría, con la única y exclusiva intención o finalidad de embaucarnos. Nosotros les otorgábamos una integridad digna de nuestra admiración, que les confería ese aura, ese toque sobrehumano que nos llevaba a la devoción desbocada, a esa de la que nada o nadie, creíamos, nos haría dudar nunca de su honestidad, pero se sirvieron en todo momento de esa confianza, de sabernos justos porque a ellos les creíamos justos y honrados, responsables de sus acciones, que asimismo creíamos que las hacía para defendernos, a todos sin excepción…Hoy, más que nunca, ponemos en duda todo lo que han hecho con anterioridad, debemos de  proclamar esa mala noticia. Hoy más que nunca o tanto como siempre debemos denunciar estas actitudes por viles e inhumanas, por intentar imponer una doctrina de confusión, de divergencia, y desunión. La vida nos recuerda que más vale hechos que palabras, ósea “Mas pan y menos manteles” con esta exhortación se pretende proponer que seamos consecuentes con nuestros pensamientos, que no sean solo bellas palabras pronunciadas en un momento de exaltación e inspiración, pero rápidamente olvidadas. Hay que vivir con absoluta fidelidad al pensamiento que se pretende otros sigan. Es, ante todo, una necesidad que sentimos de manera o forma inevitable, porque sabemos de la dificultad que dicha tarea impone, por ello, les compete darle forma, ponerla en valor con su práctica. Seguramente la culpa es nuestra por haber confiado en ellos ciegamente, nos dieron unas migajas y creíamos que nos daban de comer, no apreciamos que seguíamos con hambre, no nos lo dejaban apreciar… Es por ello por lo que hoy se plantea esas dudas, bueno, esta profunda desconfianza, El valor de la palabra es nulo en contraposición con la acción efectivamente ejecutada, se tergiversa su metodología, cada vez con más frecuencia; nos exigen paciencia, porque a ellos les conviene de hecho, porque ya se han ganado la fama y están durmiendo.  Cuando pase un pequeño periodo nos atacaran con su verbigracia, porque creen que nos pueden engañar tantas veces como deseen, como les fuera preciso. Pero no temamos, porque su ayuda nos falte, siempre nos está faltando. Redescubrámosles de verdad, hagamos posible que se quiten ese disfraz de cordero, que conozcamos su auténtico rostro de lobo feroz, sus verdaderas intenciones… ¿Qué más nos pueden hacer? ¿Con que nos van a amenazar de nuevo? Es nuestra vida, vivámosla nosotros, hagámonos dueños de ella, que la disfrutemos gozosamente, al menos lo mejor que podamos… y anunciémosles a ellos que seguimos sedientos de justicia y esperanza, tal y como siempre hemos estado.

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