Motivos para la Conmoción personal
En
algunas ocasiones debiéramos conmovernos y lanzar un suspiro, no de alivio sino
de indignación… En esta sociedad moderna se peca demasiadas veces de
impaciencia o nos domina el inconformismo exorbitado, pero siempre pecaremos de
ser unos desagradecidos. Nos creemos merecedores de todo derecho, pero carentes
de toda responsabilidad, que nos lo deben servir en bandeja, sin causarnos a
nosotros ningún trastorno, vamos sin despeinarnos, sin preocupaciones... y a
pesar de ello nunca estaremos contentos ni satisfechos; nos quejamos, la
mayoría de las veces de “vicio” e incluso nos atreveremos a exigir
responsabilidad a quien creamos que no ha cumplido, lo que estimamos, su
obligación. Le abroncaremos, le echaremos toda la culpa de nuestros males.
Hasta que digan basta, hasta que les hastiemos con nuestra actitud egoísta, no
vale solo con observarles, hay que agradecérselo, su actitud es la propia de
las personas de bien, ¿y la nuestra? Sus ilusiones se incrementan ahora por
esta época, por Navidad. ¿Hemos pensado alguna vez en ellos? y nos hemos
preguntado ¿Y Porque?; ¿nos lo merecemos acaso? ¿No será que nos quejamos
demasiado para encubrir la ausencia de estímulos propios? La ayuda que nos
ofrecen es incondicional, fluye al encuentro del necesitado, pero no para que
se lo agradezca, no es esa su motivación, tras ella se esconde todos unos
valores y una manera de interpretar la vida. Algunos tenemos miedo de dar el
primer paso, a otros, incluso, les molesta que existan personas dispuestas a
dar ese primer paso, a ofrecer esa ayuda. ¿A qué grupo pertenecemos nosotros?
Podemos ser indecisos, pero ¿Por qué rehuimos? ¿Por qué esta falta de
compromiso? La única explicación aceptable es por ceguera. Por tanto, hagámonos
un pequeño favor personal, para que nos podamos sentir, actuar, entender,
definir como personas… y así lograr al menos intentar socorrer a los más
necesitados. Cuando las personas nos proponemos alguna meta, no existe obstáculos
que nos haga tropezar, así mismo, no habrá excusas o falsas justificaciones. No
se debe culpar a nadie en particular, por nuestra inacción, todos somos
culpables, todos somos inocentes; pero no por ello debemos aferrarnos a seguir
con la misma actitud, ósea igual. La pobreza por muy extrema que sea, nos
reprocha a nadie nada. ¡Todo lo contrario! carga sobre si sus necesidades, toda
nuestra dejadez, como si fuesen culpables de ser pobres. Entonces, ¿Por qué le
tenemos tanto miedo?; ¿de verdad creemos que nos vamos a justificar con excusas
tontas? La entrega a la ayuda a los demás es la verdadera señal de humildad,
aprendamos a vivir a través de ella, sin miramientos, pero con sumo cuidado de
no ser tomados por idiotas, el ser humilde no es sinónimo de idiota y habrá que
dejarlo claro desde el principio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario