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lunes, 9 de diciembre de 2013

Estudios orientativos


   Existen personas o personajes a los que se consideramos sabios y experimentados, doctores en su materia. A veces, podemos pensar que en estos tiempos que vivimos, no son necesarios, no se necesitan de la elaboración de sofisticados estudios para que nos sirvan de referencia para la obtención de las conclusiones adecuadas que nos sirvan de guía en la ejecución de proyectos. Pues hemos de decir que debido a la ausencia de esos estudios, han fracasado frecuentemente muchas acciones. Pero ¿que nos pueden enseñar que no conozcamos ya? ¿Que nos queda por aprender? Utilizando una lógica sencilla, nos queda todo un mundo por comprender, entender y por supuesto de aprender, ya que las circunstancias sociales evolucionan todos los días, ósea son extremamente cambiantes, como también cambian las personas encargadas de su elaboración, control, ejecución y sobre todo, cambian las personas a las que se dirige estas acciones. Esta reflexión nos lleva repetidamente a replantearnos los caminos que se han de seguir, las metas u objetivos a alcanzar, manteniendo como objetivo general que coincidan las necesidades de las personas propias de la intervención, con los objetivos específicos que nosotros pretendemos y al revés. Con esta actitud percibimos los esfuerzos, a veces sobrehumanos que se realizan para lograr de estos objetivos marcados, una realidad deseada. Lo que queremos es algo bueno, pero para todos, más no es suficiente solo con esto, nuestro empeño ha de ser la base de una intervención completa. Y por ello se comienza con el estudio de las necesidades del sector social donde se ha de realizar esta acción.  La fuente de nuestra perspectiva ha de ser siempre un estudio completo y sofisticado de la realidad social, del motivo de la intervención. Sucede que algunas veces nuestra acción o nuestro interés pueden trasladar la visión de ser puramente oportunista y temporal, esta imagen se da precisamente por ignorar las necesidades globales e ignorar lo que les conviene más. Pero, corremos el riesgo de no ser tan diligentes y rápidos como pretendíamos, al prestar la ayuda donde realmente hace falta, o acudimos a destiempo, demasiado tarde, punto este fundamental, si queremos que todo tiempo sea bueno para el encuentro sincero con las personas necesitadas. Esto nos recuerda que no podemos descuidar a nadie. Y, si es preciso, echémosle un pulso a los impedimentos, a las excusas que nos dificultan nuestro caminar. Deberíamos de repetirnos a diario "soy yo quien también necesito eliminar todos mis prejuicios, compartir mi tiempo, mis comodidades, elaborar un estudio de mis prioridades", comprobar si con esas ocupaciones nos queda algo de tiempo libre, eliminar de nuestra mente las suspicacias, las desconfianzas hacia los demás, que son sobre todo un obstáculo para abrirnos la puerta a la colaboración con todos, pero para ello hemos de comenzar por un riguroso auto-análisis, un estudio sobre nosotros mismos, ver nuestras carencias, formarnos y ponernos manos a la obra.

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