Existen
personas o personajes a los que se consideramos sabios y experimentados,
doctores en su materia. A veces, podemos pensar que en estos tiempos que
vivimos, no son necesarios, no se necesitan de la elaboración de sofisticados
estudios para que nos sirvan de referencia para la obtención de las conclusiones
adecuadas que nos sirvan de guía en la ejecución de proyectos. Pues hemos de
decir que debido a la ausencia de esos estudios, han fracasado frecuentemente
muchas acciones. Pero ¿que nos pueden enseñar que no conozcamos ya? ¿Que nos queda
por aprender? Utilizando una lógica sencilla, nos queda todo un mundo por
comprender, entender y por supuesto de aprender, ya que las circunstancias
sociales evolucionan todos los días, ósea son extremamente cambiantes, como también
cambian las personas encargadas de su elaboración, control, ejecución y sobre
todo, cambian las personas a las que se dirige estas acciones. Esta reflexión nos
lleva repetidamente a replantearnos los caminos que se han de seguir, las metas
u objetivos a alcanzar, manteniendo como objetivo general que coincidan las
necesidades de las personas propias de la intervención, con los objetivos específicos
que nosotros pretendemos y al revés. Con esta actitud percibimos los esfuerzos,
a veces sobrehumanos que se realizan para lograr de estos objetivos marcados, una realidad
deseada. Lo que queremos es algo bueno, pero para todos, más no es suficiente
solo con esto, nuestro empeño ha de ser la base de una intervención completa. Y
por ello se comienza con el estudio de las necesidades del sector social donde
se ha de realizar esta acción. La fuente
de nuestra perspectiva ha de ser siempre un estudio completo y sofisticado de
la realidad social, del motivo de la intervención. Sucede que algunas veces
nuestra acción o nuestro interés pueden trasladar la visión de ser puramente oportunista
y temporal, esta imagen se da precisamente por ignorar las necesidades globales
e ignorar lo que les conviene más. Pero, corremos el riesgo de no ser tan
diligentes y rápidos como pretendíamos, al prestar la ayuda donde realmente hace
falta, o acudimos a destiempo, demasiado tarde, punto este fundamental, si
queremos que todo tiempo sea bueno para el encuentro sincero con las personas
necesitadas. Esto nos recuerda que no podemos descuidar a nadie. Y, si es
preciso, echémosle un pulso a los impedimentos, a las excusas que nos
dificultan nuestro caminar. Deberíamos de repetirnos a diario "soy yo quien también necesito eliminar todos mis prejuicios, compartir mi tiempo, mis comodidades, elaborar un estudio de
mis prioridades", comprobar si con esas ocupaciones nos queda algo de tiempo libre, eliminar de nuestra mente las suspicacias, las desconfianzas hacia los demás, que son sobre todo un obstáculo para abrirnos la puerta a
la colaboración con todos, pero para ello hemos de comenzar por un riguroso auto-análisis, un estudio sobre nosotros mismos, ver nuestras carencias, formarnos y ponernos manos
a la obra.
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