En
nuestro pueblo o ciudad, a nuestro alrededor, hay personas que viven en
la más estricta soledad, nada de esto es novedoso, pero están solos no porque
sea ese su deseo, sino porque además se encuentran enfermas, encamadas unas,
indispuestas otras, más todas ellas en situación de dependencia, lo más habitual
es que se encuentren, además, relegadas al olvido, nadie nos acordamos de ellas.
A causa del ritmo estresante que llevamos y que es descrito con precisión
por el estrés persistente en nuestra rutina. No tenemos tiempo para nada, ni
para nuestra familia , menos para los amigos, que triste es decirlo, todo el tiempo
lo tenemos planificado, ocupado por las obligaciones que nos impone nuestra labor,
quien tenga la suerte de aún conservar su trabajo, que con la que está cayendo…
Vamos recorriendo esta vida sin descansar, sin tomarnos un instante para
reflexionar… no nos acordamos de aquellos que, por razón de su enfermedad, de
la vejez o de cualquier otra circunstancia, están relegados a un estado de
total o parcial dependencia… quedando, por tanto, al margen del acontecer social: eventos culturales,
familiares… actos de la vida diaria; no pueden seguir ese vertiginoso ritmo de
vida que nos impone la sociedad moderna, están condenados al olvido social,
como si fuesen muertos en vida. Sin embargo, nos debemos de cuestionar ¿Cuánto
y que podemos hacer por ellos? Es esta una pregunta simple, que tiene también
una respuesta sencilla, pero que requiere mucho compromiso social “Mientras
exista vida, habrá esperanza” No se puede, ni se debe olvidar a estas personas,
solo por estar postradas en su lecho, como si solo aguardasen la llegada de su
fatal desenlace… Pero todavía están vivos, aún nos necesitan y siguen esperando
la visita de alguno de nosotros, de sus familiares, de sus conocidos...
"solo la visita"… sienten ese vacío que les provoca la soledad, están
faltos de compañía. Podemos auto-engañarnos justificando que carecemos de
tiempo, que no le podemos dedicarles ni cinco minutos al día. El dependiente
agradece hasta el infinito, a todas las personas que si le dedican ese poco de
tiempo, por su atención, por su ayuda… les demostrara un gran aprecio y
gratitud. Por esto, motivados por este agradecimiento, efectúan un
esfuerzo extraordinario para causar la menor molestia posible,
para hacerle grata la estancia a su "visita", esta actitud se
fundamenta en la esperanza de no causarles mala impresión y esperanzados en que
esa visita vuelva otra vez; quiere ganarse su amistad, su confianza…hacer méritos
para que repitan pronto esa visita; pero a la vez reivindicar su dignidad como
persona, es este sentimiento quien le ayuda a vivir con compostura cada día en
esa situación de dependencia... Reconoce la flaqueza de su espíritu, anímicamente
no está bien; reconoce, también, la torpeza de sus movimientos, su falta
de motivación y autoestima... ahí es donde entran las personas voluntarias, con
la llamada “visita”, se pueden ganar su confianza, solo si se acercan con
cordialidad, sin recelos, sin escrúpulos a nada, si se empatiza
con ellos, si su actitud además de desinteresada, humilde… se transforma
en un sentimiento de asertividad hacia ellos. Así se podrá sentir la vida bajo
la visión de la persona en situación de dependencia o impedida. Se les dará
motivos suficientes para seguir luchando por vivir, para no sentirse olvidados
e inútiles, para apreciar que si hay alguien a quien le importa su situación;
teniendo además, cierta expectativa de que lo que le quede de vida será digna.
Le reconciliaremos con la sociedad y a la sociedad con ellos; que
sientan por fin esa sensación de paz interior. Solamente puede provocar estas
sensaciones aquel que da el poco tiempo que dispone, pues reconoce la debilidad
emocional, social, espiritual... que la situación de soledad de estas
personas le provocan y es capaz de darse cuenta de que en la vida no todo es trabajo, sino hay que dedicar
parte del tiempo a la familia, a los amigos, sobre todo a los que están solos e
impedidos, apostando en ello, todo el énfasis que fuese preciso,
Acercándose con suficiente confianza a aquellas personas que le reclaman
un minuto de su preciado tiempo, que le requieren una pizca de su atención.
Hagamos, pues, que cuando ejercitemos esta entrega, demos esa compañía tan
solicitada, sin condiciones previas, porque quizás seamos nosotros los que más
necesitados estemos de ella.
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