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viernes, 27 de diciembre de 2013

Equilibrio personal


   Comenzando a elaborar un pequeño balance del año, o examen de conciencia como se le solía llamar con anterioridad, uno puede caer en el equívoco de analizar los sucesos acontecidos en este periodo como si fuesen ajenos, vividos por otros, visionados desde la distancia y por ello "tratarlos” con distinta perspectiva, darles una valoración distinta, que puede ser más o menos benigna en función de nuestros actuales intereses. A propósito de evaluar nuestras acciones, por lo que a mi se refiere; he de manifestar que este ha sido un “horrendum anno” que espero no volver a repetir, al menos no de igual modo. Movido, como acostumbro, por la intención de sacar de todo lo vivido, ya fuese malo o bueno, una lectura positiva, debería analizar con frialdad lo acontecido e ir más allá de lo que a simple vista le pudiese parecer a cualquiera, lo que se le transmite, esto le haría dudar de la realidad que con sus ojos puede llegar a vislumbrar, comprobando lo errado de su calificación. En realidad, todos creemos fielmente lo que las circunstancias nos hace que creamos “haber visto o vivido” pero ¿es cierto o es solo una ilusión?, con lo cual ya va ahí implícita una duda razonable para aquellos que se creen en la posesión de la verdad en términos absolutos. ¿Deberíamos andar o deberíamos desandar? ¿Correr o huir todos juntos hacia no se sabe dónde? Parece como si todo se volviera en contra de nosotros mismos, como si nos anunciase que algo perverso, no muy bueno va a acontecer, que nos está acechando en el silencio y la oscuridad de la noche, esperando que llegue su momento, que nos descuidemos para atacarnos... Nos mueve más el deseo de que todo esté bien, que la realidad tangible, palpable… Queremos estar de nuevo gozando de cierta estabilidad económica, emocional, social… o que nos deje simplemente estar físicamente sanos, nosotros y los que nos importan… Pero esta cuestión es, sin embargo, ante la cual estamos más desarmados, en cualquier momento sin esperarlo puede aparecer la enfermedad o la propia muerte en nuestro camino… Que todos somos carne de sepulcro, lo sabemos; aunque en muchas ocasiones, parecemos olvidarlo. No hay que vivir temiendo al encuentro con la muerte, pero ¿quién no le tiene al menos cierto pavor o respeto? A pesar de todo esto, nuestro corazón es vehemente, desborda vida, emoción e inocencia; se llena de gozo, rebosa de amor para compartirlo con los demás… Esto es lo que nos lleva a seguir hacia delante, sin importar que duro puede convertirse este temporal; debemos siempre de avanzar, no se sabe con certeza hacia donde, pero la vida es en sí misma una clara invitación para que nosotros la vivamos en plenitud, a veces con sonrisas, a veces con lágrimas, a veces con satisfacción, a veces con frustración… pero igualmente con un fuerte deseo de encontrar nuestro verdadero destino y esa será nuestra meta final.

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