Echándole
una mirada a los titulares de los periódicos, nos damos cuenta que vivimos en
unos tiempos de dificultad extrema, como nunca se había vivido en el transcurrir
de la historia. El compás de la vida nos aplica tal estrés a las personas como un consumo exorbitado, aparentar ser más, querer tener más que el vecino… además
con su dosis de aislamiento, que edifican a una persona, paradójicamente, incomunicada del resto de su entorno, a
pesar del significativo avance en tecnologías de la comunicación. Este aislamiento
es la causa por la que muchos se ven abocados a la depresión, son diversas circunstancias:
por encontrarse en situación de desempleo, por la presión en el trabajo o "moving", por no poder hacer frente a los pagos pendientes. por la extrema pobreza, por la dependencia de la caridad de otros, por “deberes” que nos roban nuestro
tiempo y nos hace sentir aprisionados… Tales circunstancias nos conduce a
muchos a la desidia, a la neurosis, al nerviosismo exagerado, a la histeria u
otras inseguridades que sellan profundamente el carácter y lo vuelve un
tanto agrio para la relación social ¿Se siente el Individuo completo y
realizado? Obviamente no, la situación social no contribuye a un equilibrio, a
encontrar esa paz, esa satisfacción que todos deseamos. Ser capaces de serenar nuestros
ánimos, reencontrarnos con nosotros mismos, que divisemos la situación con
claridad, que se haga la luz en nuestras vidas. Esto será bueno para que nos
podamos motivar, pues, la relación con los demás no es solo de amistad,
familiar o laboral. La inclusión social nos sirve, también, para transmitir a los más jóvenes las enseñanzas que
nuestros mayores nos legaron, y con nuestra experiencia, intentar de
ayudarles a encaminar sus vidas, para
que no cometan los mismos errores que nosotros cometimos. Vivir en sociedad es así mismo meditar en la intimidad, con el fin de aclarar las ideas, esas que
salen del alma. Así, podremos encontrar nuestro verdadero camino a seguir, y lo
realizaremos en plena libertad. Es la misión del ser humano, que tiene derecho
a ser feliz, y a compartir con los demás esa felicidad, por el camino de la
esperanza e ilusión. Ello demuestra que la capacidad del ser humano de
ilusionarse es inagotable.
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