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martes, 3 de septiembre de 2013

Enseñar


   ¿Cómo se puede enseñar a quien no quiere aprender? El arte de enseñar a estas personas ha de ser muy distinto al de los demás. Ciertamente, estas personas perturban a la persona más habilidosa, por su rudeza manifiesta  para adquirir conocimientos, por vivir aparentemente aislados en su mundo irreal, imaginario o de fantasía. Lo que se enseña, fiel al “viejo  estilo”, ha de hablar de todo aquello que pueda despertar cierto interés, se ha de narrar o contar de forma que despierte esa pasión oculta por el saber, por aprender algo nuevo cada día. Precisamente, aquel que quiera expresar sus sentimientos, sus opiniones, ha de adecuar la manera de hablar o escribir al receptor o receptores que le escuchen o lean, eso dará más fuerza a su mensaje. Utilizando recursos lingüísticos, que se transforme en imágenes vivas y concretas en la mente de los demás, sin deducciones, sin tesis complicadas y por tanto difíciles de comprender; Para ello se ha de ser un buen observador, una persona cercana a las condiciones humanas. También se debe potenciar, en cierta manera, esa cercanía a las personas, haciéndose entender bien, utilizando sus mismas palabras, su mismo lenguaje. Saber explicar lo fundamental de la vida, los conocimientos que nos serán de mucha utilidad cada día, el hecho de acumular experiencias, que a su vez, servirán de materia prima para las enseñanzas posteriores. Aunque este material sea muy elemental, primario y “básico”, pero es a su vez un material radicalmente nuevo, inquietante… en definitiva nuestro deambular diario. La cosa más grande que se hace con la enseñanza es combatir la ignorancia, pero se debe hacer con una sencillez, que deje ver nuestra naturaleza humana. La sencillez que solo es posible lograr gracias al conocimiento. Es pues, esta relación (sencillez, humanidad, conocimientos) la que explica la armonía única que hay entre la dignidad y la humildad. El hecho de aprender no se debe ajustar a unos parámetros cualquiera, no se puede fomentar la competencia, ni hacerlo solo por beneficios personales. La sabiduría se manifiesta tanto en la excelencia de la enseñanza, como en la humildad y la sencillez transmitida y "contagiada". Ese amor por las letras, por las ciencias, por el arte...que no es genético, sino adquirido, ahí radica la verdadera importancia de la persona que nos ha de enseñar, en su habilidad, en su humanidad, humildad y sobre todo su sencillez. 

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