Podemos
pensar que la vida ha evolucionado mucho, que ya no vivimos en las cavernas, craso
error por nuestra parte… Casi a diario abren los informativos o sale en la portada
de los periódicos la denominada “violencia de género” y sus funestas
consecuencias: Cómo padres y madres nos correspondería educar a nuestros hijos
en materia de igualdad, sin fomentar roles machistas, que imperan desde siempre
y se mantienen en la actualidad. Todos esperamos que nuestros hijos no sufran
estos “episodios” de violencia, ni como víctimas, ni mucho menos como verdugos…
pero ¿qué podemos hacer? Para que se les motive con éxito, para que reflexionen
sobre sus terribles consecuencias y les muestren el efecto terrorífico, desastroso
y perverso, en definitiva las secuelas físicas, psicológicas y sociales que
provoca el ejercicio de este tipo de violencia. Todos esperamos que la
violencia de género acabe de una vez, sobre todo, lo deseen las personas víctimas
de ella, sus familias y todas las personas de bien. No solo por gritarlo y
repetirlo hasta la saciedad acabaremos con ella. Sabemos que solo hablar del
tema es insuficiente, pero aún tenemos fe en que la lucha que se lleva a cabo
diariamente surta sus efectos y se acabe con este tipo de lacra… también
tenemos confianza ¡ojalá fuera cierto!, de algún día, no lejano, no volver a
lamentar ningún nuevo crimen por esta causa. Solo si somos persistentes
tarde o temprano se le vencerá… Cuando se comprenda que las personas no
somos propiedad de nadie, sino iguales en derechos y deberes con la misma
responsabilidad u obligaciones, se habrá dado un paso hacia delante. Sabemos
que queda mucho por hacer, demasiadas conciencias por limpiar, nada puede
justificar la violencia de género, que se puede y se debe lograr anular al
maltratador, localizándolo y señalando su peligrosidad, ósea denunciándole. Debemos
de recordar la debilidad humana, el pensamiento excesivamente positivo, la creencia absurda de
que todos somos buenos, de que con amor se cura todas las heridas ¿y si muere
el amor o nunca existió? Debemos comenzar por aprender a convivir en régimen de absoluta
igualdad, sin supremacía alguna de nadie sobre nadie, valorarnos como personas
y valorar, así mismo, nuestra vida; la
pareja la forma dos personas, pero
ocurre que la mayoría de las veces una de ellas se deja someter, generalmente
la mujer, creyendo que eso es amor, aflora en él, el dominador la bestia que siempre estuvo ahí oculta,
ella piensa que todo cambiara,
cree que conseguirá cambiarlo, si se lo propone, cree, conocerle muy bien, piensa que la ama... sólo
por ser su pareja… Estas circunstancias no influyen para nada, el ansiado cambio
nunca llega a ocurrir, sino que muestra su verdadero rostro. Ocurre que por
miedo a no ser entendida, por creerse
culpable de esa situación, por la ansiedad que le provoca el miedo de no disponer de recursos... por todo ello no le denuncia, otras veces por no contar con el apoyo de nadie, no tener a quien contarle los maltratos, sus penas y la
preocupación que la violencia le ocasiona, el temor por el futuro de sus hijos o el
suyo propio, le hace conformarse y vivir en esa anómala situación, como si la violencia fuese lo
habitual en la vida de pareja, renuncia a su libertad. Seguramente, pensara que más adelante, cuando transcurra el
tiempo, cuando sus hijos crezcan, desaparecerán sus problemas y el cambiara... pero
si su pareja no cesa en el maltrato, le abandonara, al carecer de las “ataduras que
le ligan a él”. Si así fuese, el obtendrá lo que cree “motivo suficiente” para
arrebatarla la vida, no tendrá piedad, ni compasión ninguna, ni mirara el hecho de
ser a la madre de sus hijos a quien asesina… Seguramente estos hechos serán
repetitivos, consecuencia directa, psicológica y emocional marcada por la procedencia del maltratador de un hogar desestructurado, el paterno, donde con
toda seguridad se ejercía la violencia machista a diario e incluso se vería como
normal…Por ello una de las maneras de tratar de acabar con esta violencia es
ponerle fin ahora, que no sirva de ejemplo para ningún hijo y se acaben
convirtiendo en verdugos o víctimas de esta interminable espiral de violencia.
Debemos procurar que se acaben estos sucesivos eslabones
generacionales que perpetúan la violencia de género, otra manera seria que
las penas sean de tal calibre que ejerzan un efecto eficaz y disuasorio sobre los posibles maltratadores.
Pero lo que no hay que consentir bajo ningún concepto es el apoyo hacia la
violencia o el maltratador, ni siquiera de su entorno familiar, nada puede justificarla, la vida es el bien más apreciado que tenemos, nadie "tiene derecho" a disponer de ella,…Hay que parar de inmediato la violencia de genero denunciándola al 016, así
se empieza el final de esta historia de horror que se vive por desgracia en el propio hogar y por parte de la persona a la cual se ha elegido para compartir la vida.
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