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lunes, 25 de noviembre de 2013

Día de lucha contra la violencia de genero hacia las mujeres


   Podemos pensar que la vida ha evolucionado mucho, que ya no vivimos en las cavernas, craso error por nuestra parte… Casi a diario abren los informativos o sale en la portada de los periódicos la denominada “violencia de género” y sus funestas consecuencias: Cómo padres y madres nos correspondería educar a nuestros hijos en materia de igualdad, sin fomentar roles machistas, que imperan desde siempre y se mantienen en la actualidad. Todos esperamos que nuestros hijos no sufran estos “episodios” de violencia, ni como víctimas, ni mucho menos como verdugos… pero ¿qué podemos hacer? Para que se les motive con éxito, para que reflexionen sobre sus terribles consecuencias y les muestren el efecto terrorífico, desastroso y perverso, en definitiva las secuelas físicas, psicológicas y sociales que provoca el ejercicio de este tipo de violencia. Todos esperamos que la violencia de género acabe de una vez, sobre todo, lo deseen las personas víctimas de ella, sus familias y todas las personas de bien. No solo por gritarlo y repetirlo hasta la saciedad acabaremos con ella. Sabemos que solo hablar del tema es insuficiente, pero aún tenemos fe en que la lucha que se lleva a cabo diariamente surta sus efectos y se acabe con este tipo de lacra… también tenemos confianza ¡ojalá fuera cierto!, de algún día, no lejano, no volver a lamentar ningún nuevo crimen por esta causa.  Solo si somos persistentes tarde o temprano se le vencerá… Cuando se comprenda que las personas no somos propiedad de nadie, sino iguales en derechos y deberes con la misma responsabilidad u obligaciones, se habrá dado un paso hacia delante. Sabemos que queda mucho por hacer, demasiadas conciencias por limpiar, nada puede justificar la violencia de género, que se puede y se debe lograr anular al maltratador, localizándolo y señalando su peligrosidad, ósea denunciándole. Debemos de recordar la debilidad humana, el pensamiento  excesivamente positivo, la creencia absurda de que todos somos buenos, de que con amor se cura todas las heridas ¿y si muere el amor o nunca existió? Debemos comenzar por aprender a convivir en régimen de absoluta igualdad, sin supremacía alguna de nadie sobre nadie, valorarnos como personas y valorar, así mismo, nuestra vida;  la pareja la forma dos personas,  pero ocurre que la mayoría de las veces una de ellas se deja someter, generalmente la mujer, creyendo que eso es amor,  aflora en él, el dominador la bestia que siempre estuvo ahí oculta, ella piensa que todo cambiara, cree que conseguirá cambiarlo, si se lo propone, cree, conocerle muy bien, piensa que la ama... sólo por ser su pareja…  Estas circunstancias no influyen para nada, el ansiado cambio nunca llega a ocurrir, sino que muestra su verdadero rostro. Ocurre que por miedo a no ser entendida, por creerse culpable de esa situación, por la ansiedad que le provoca el miedo de no disponer de recursos... por todo ello no le denuncia, otras veces por no contar con el apoyo de nadie, no tener a quien contarle los maltratos, sus penas y la preocupación que la violencia le ocasiona, el temor por el futuro de sus hijos o el suyo propio, le hace conformarse y vivir en esa anómala situación, como si la violencia fuese lo habitual en la vida de pareja, renuncia a su libertad. Seguramente, pensara que más adelante, cuando transcurra el tiempo, cuando sus hijos crezcan, desaparecerán sus problemas y el cambiara... pero si su pareja no cesa en el maltrato, le abandonara, al carecer de las “ataduras que le ligan a él”. Si así fuese, el obtendrá lo que cree “motivo suficiente” para arrebatarla la vida, no tendrá piedad, ni compasión ninguna, ni mirara el hecho de ser a la madre de sus hijos a quien asesina… Seguramente estos hechos serán repetitivos, consecuencia directa, psicológica y emocional marcada por la procedencia del maltratador de un hogar desestructurado, el paterno, donde con toda seguridad se ejercía la violencia machista a diario e incluso se vería como normal…Por ello una de las maneras de tratar de acabar con esta violencia es ponerle fin ahora, que no sirva de ejemplo para ningún hijo y se acaben convirtiendo en verdugos o víctimas de esta interminable espiral de violencia. Debemos procurar que se acaben estos sucesivos eslabones generacionales que perpetúan la violencia de género, otra manera seria que las penas sean de tal calibre que ejerzan un efecto eficaz y disuasorio sobre los posibles maltratadores. Pero lo que no hay que consentir bajo ningún concepto es el apoyo hacia la violencia o el maltratador, ni siquiera de su entorno familiar, nada puede justificarla, la vida es el bien más apreciado que tenemos, nadie "tiene derecho" a disponer de ella,…Hay que parar de inmediato  la violencia de genero denunciándola al 016, así se empieza el final de esta historia de horror que se vive por desgracia en el propio hogar y por parte de la persona a la cual se ha elegido para compartir la vida. 

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