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sábado, 2 de noviembre de 2013

Día de Difuntos


  Muchas veces no pensamos en el suceso, uno de los hechos más fundamentales e inevitables que acaecerán en nuestra vida. “la propia muerte” Tengámosla presente, sobre todo un día como el de hoy, eso sí, sin obsesionarnos, sin caer en depresiones… Ella vendrá fiel a su cita con cada uno de nosotros, pero cuando nos corresponda…, Hoy, al menos, por una vez al año, nos preguntamos sobre el sentido de la vida, ¿Qué significado tiene el hecho de vivir? ¿Existimos o solo somos parte un sueño? Sobre el sentido de la vida hay muchas respuestas, todas ellas teológicas (según las creencias de cada cual), la ciencia aún no ha explicado el sentido de la vida más allá de su perpetuación de las especies a través de la procreación, la transmisión de la vida a otros seres totalmente nuevos y por tanto distintos. Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que siempre, sin duda, este es un hecho que se tiene en común, sea cual sea la raza, color, religión, procedencia o cualquier otros distintivo con el que se quiera diferenciar a unos de otros.  Que nadie somos inmunes al sufrimiento, es de algún modo hasta lógico. Por eso, la muerte es uno de los signos mayores de igualdad (dentro de cien años…), aunque nunca ocurre de la misma forma: unos en la cama, otros son asesinados, otros no tienen ni la mínima oportunidad de existir… Siempre la muerte de un ser querido nos produce un dolor tan inmenso que nada, ni nadie puede aliviarlo. Así, las personas siempre hemos querido recordar a todos los difuntos, especialmente los más allegados. Su memoria es un modo de hacerles presentes en nuestras vidas, de perpetuar su recuerdo y su añoranza. Mas el tiempo utiliza sus armas, sean de índole psicológica o social, para amortiguar ese dolor que produce la pérdida de un ser querido, intentamos vivir en paz con nosotros mismos ¿lo conseguimos? Otra ventaja es que, al recordar a los difuntos, lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad, y con aquellos que comparten con nosotros la misma pena. Y al menos durante un día sentimos alivio al recordarles, porque los sentimos ahí mismo a nuestro lado.  Otros sentimos su protección siempre; cuestión de fe.

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