Muchas
veces no pensamos en el suceso, uno de los hechos más fundamentales e
inevitables que acaecerán en nuestra vida. “la propia muerte” Tengámosla
presente, sobre todo un día como el de hoy, eso sí, sin obsesionarnos, sin caer
en depresiones… Ella vendrá fiel a su cita con cada uno de nosotros, pero
cuando nos corresponda…, Hoy, al menos, por una vez al año, nos preguntamos
sobre el sentido de la vida, ¿Qué significado tiene el hecho de vivir?
¿Existimos o solo somos parte un sueño? Sobre el sentido de la vida hay muchas
respuestas, todas ellas teológicas (según las creencias de cada cual), la
ciencia aún no ha explicado el sentido de la vida más allá de su perpetuación
de las especies a través de la procreación, la transmisión de la vida a otros seres totalmente
nuevos y por tanto distintos. Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos
que siempre, sin duda, este es un hecho que se tiene en común, sea cual sea la
raza, color, religión, procedencia o cualquier otros distintivo con el que se
quiera diferenciar a unos de otros. Que nadie somos inmunes al
sufrimiento, es de algún modo hasta lógico. Por eso, la muerte es uno de los
signos mayores de igualdad (dentro de cien años…), aunque nunca ocurre de la
misma forma: unos en la cama, otros son asesinados, otros no tienen ni la
mínima oportunidad de existir… Siempre la muerte de un ser querido nos produce
un dolor tan inmenso que nada, ni nadie puede aliviarlo. Así, las personas
siempre hemos querido recordar a todos los difuntos, especialmente los más
allegados. Su memoria es un modo de hacerles presentes en nuestras vidas, de
perpetuar su recuerdo y su añoranza. Mas el tiempo utiliza sus armas, sean de
índole psicológica o social, para amortiguar ese dolor que produce la pérdida
de un ser querido, intentamos vivir en paz con nosotros mismos ¿lo conseguimos?
Otra ventaja es que, al recordar a los difuntos, lo hacemos desde nuestro
interior, en la intimidad, y con aquellos que comparten con nosotros la misma
pena. Y al menos durante un día sentimos alivio al recordarles, porque los
sentimos ahí mismo a nuestro lado. Otros sentimos su protección siempre;
cuestión de fe.
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