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lunes, 22 de julio de 2013

Actualización

A veces nos avergonzamos de actitudes y comportamientos que no “comulgan” por así decirlo, con nuestra visión de la vida, con nuestros valores. Porque el camino que les lleva por esos derroteros bien podría ser el nuestro. Nunca se debería decir “de esta agua no beberé” pues ya lo dijo Machado “caminante no hay camino se hace camino al andar”, o al menos eso suponemos. Las circunstancias que hoy nos hacen pensar y actuar de determinada forma, pueden cambiar repentinamente y donde dice “digo” ahora diremos “Diego”. En el itinerario de nuestra vida, muchas veces, descubrimos algunos aspectos importantes que nos marcan al fuego para siempre. En primer lugar, nuestro entorno familiar, sus preocupaciones, sus problemas, sus formas de afrontar el día a día, sus valores… lo aprenderemos como piedra filosofal que marque nuestra visión de la vida, nos la muestran, aunque con precaución. No requiere especial énfasis para aprenderlos y practicarlos con naturalidad, es nuestra tendencia natural adquirida. Si son buenos o malos… serán nuestro ejemplo a imitar, En segundo lugar estará nuestro entorno social que siempre tiene algo de ruptura arriesgada con lo anterior , es un salto hacia delante en la construcción de nuestra personalidad, “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija…” porque ello implica la osadía de ver de manera diferente la vida, añade o quita valores según sean nuestras influencias, Por otro lado, este “salto hacia delante”  significa comenzar a abandonar la protección familiar y enfrentarse al entorno social, a veces inhóspito y cruel, pero todavía bajo la supervisión paternal. También en la adolescencia, quizá, la época más indecisa de nuestra vida, comenzamos a descubrirnos a nosotros mismos, a los demás, las cosas dejan de ser blancas o negras… pero aún no se ven con nitidez los colores. A pesar de ser una época borrascosa e inestable, nos marca mucho, adquirimos prejuicios que mantendremos e incluso incrementaremos durante el resto de nuestra vida. La desilusión y el desengaño, el ver que la vida no es de color rosa, el comprobar que no todos los amigos están “a las duras y a las maduras”. Son cuestiones que nos hacen desconfiar de todo y por todo. Esta desconfianza se va incrementando con el transcurrir de los años, degenerando (en algunas ocasiones) en actitudes que pueden entrar en conflicto con otros derechos “nuevos”, haciéndonos intolerables con todo aquello que no esté en concordancia con nuestra vida. Por ello debemos de actualizar nuestra vida, esto no significa “comulgar con ruedas de molino”, sino de aceptar como normal, aquello que para la inmensa mayoría de la sociedad es normal.

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