La
confianza es el horizonte que no hemos de perder nunca de vista, a pesar de las
complicaciones cotidianas. Porque preocupados, lo estamos y mucho, por
diferentes motivos: económicos, laborales, sociales, familiares. Obedecemos a
la lógica del momento, sabiendo cual es nuestra posición en la sociedad y
nuestra capacidad para aportar algo que mueva esta desidia, pues si sigue por
mucho tiempo, acabara por contaminarnos. En cierta forma estamos ya
contaminados, nadie habla de esperanza, de futuro, de prosperidad. La inmensa mayoría
de la sociedad parece que hemos aceptado como normal esta situación atípica, olvidándonos
que tenemos derecho a pedir hasta la luna… otra cosa seria que la consiguiéramos.
Buscar nuestro lugar en esta sociedad decadente y apática, es muy fácil “en el
montón de los desechos…”. Pero debemos de encontrar el verdadero sentido de
nuestras vidas y dotárselo. No nos piden que nos retiremos del mundo, ni que
tengamos una vida contemplativa, en la que veamos y dejemos hacer, sino que participemos
plenamente de su gestión. Sí, el mundo es un hogar para nosotros, pues debemos
de participar en su gestión, igual que lo hacemos en nuestra propia casa. Somos
del mundo, eso está claro, pero no en todo debemos de ser mundanos, ni más
papistas que el Papa. Bien al contrario, deberíamos estar llamados a ser “los
gestores de nuestro mundo, de un mundo, aunque a veces inhóspito, lo amamos
apasionadamente. He aquí la cuestión: el mundo y su gestión; No son dos
realidades paralelas y antagonistas. Hemos de procurar en la confluencia de
ambos, todos: pobres, ricos, norte, sur…, salgamos beneficiados mutuamente. Y
esta confluencia se ha de producir desde nuestra pequeña aportación, que puede
ser o parecer insignificante, “solo un granito de arena”, que uniéndose a
muchos más granos llegan a ser una fuerza poderosa e imparable. Desde nuestro
corazón, deseamos cambiar el rumbo, que se acabe esta apatía y poner rumbo a la
esperanza, a la alegría, que es donde podemos vivir con unidad, diferentes
criterios, pero unidad. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el
diálogo entre todos y llegar unidos a la meta, a ese lugar, que solo será otro
punto de partida para las generaciones venideras, en esta vuelta por etapas a
la que llamamos vida.
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