Si
nos detenemos por un momento a reflexionar sobre nuestra vida y lo que estamos
haciendo con ella, si de verdad merece la pena poner tanto empeño en lo que
estamos haciendo, es esta labor a veces ingrata, a veces decepcionante, más que
nada por la falta de respuesta de algunos que se sienten liberados de las
obligaciones hacia los demás; paradójicamente son ellos los que están más necesitados
del contacto con la sociedad, necesitan poner los pies en tierra y saber de
primera mano la realidad del quehacer diario, esta reflexión nos invita a
admirar la magnitud de nuestras acciones, pequeñas en tamaño, grandes en
ambiciones, algunas merecen la pena pues conmueven el corazón de nuestro
entorno, somos personas con sentimientos, además provocan una respuesta
afirmativa de todos. Casi se puede decir que con nuestra actitud y
empecinamiento “obligamos” a todos a comprometerse en el desarrollo de nuestros
objetivos, pues son acciones beneficiosas para todos o al menos para la inmensa
mayoría (o eso se pretende). Y a todos le gusta esta especie de obligación. Se puede
afirmar con toda certeza, que la sociedad, incluso, se deja “manipular”, eso sí,
de buen grado y con conocimiento de causa, motivada por nuestro buen hacer. Lo
que no admite es que se genere desconfianza. La transparencia y la claridad de
ideas deben estar por encima de todo, es
en sí mismo cualidades irrenunciables y aparejadas a las buenas acciones, a la búsqueda
del beneficio común. Quien quiera “obligarse” y “atarse” con nuestra causa, lo
da por descontado y son condiciones “sine qua non”, no se harían, Pero es
necesario mantener esa confianza en nuestras acciones; la confianza y el
respeto hay que ganárselo, como en la antigua mili “se nos supone” pero para confiar en alguien le hemos de conocer y
para conocerle hay que tratarle, no hay fe ciega en nadie, tiene que haber
trato personal, y este trato debe ser ameno, comunicativo y agradable por ambas
partes, de esta manera se podrá contribuir con terceros y llevarle esa alegría,
esa confianza que generamos a los demás y que es reflejo de nuestro yo más íntimo
y personal.
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