Hoy,
visto lo visto, nos podemos preguntar: ¿Cómo llenamos nuestro tiempo en vacaciones? ¿Solo descansamos?
Verdaderamente nos es preciso y saludable disponer de un tiempo de relajación,
pero eso no significa que solo comamos, bebamos, nos vayamos de fiesta… Nuestra
felicidad no consiste solo en buenas comidas, coches nuevos y de gran
cilindrada, vacaciones a los lugares más paradisíacos tomar el sofá como
nuestro sitio favorito, beber la cerveza fresquita o gastar el dinero en cosas inútiles
e innecesarias. Todas estas cosas (o algunas) pueden ser necesarias, pero muchas
son prescindibles. En sí mismas no pueden saciar las necesidades básicas de
nuestra vida, y, por tanto, hay que administrar nuestro tiempo y recursos con
mesura. Así lo debemos de reconocer pues solo son cosas mundanas, pero, cuando,
ya se prolonga el descanso y la juerga demasiado tiempo, aburre (por lo menos a
mí me ocurre), no colma nuestros deseos y frustra nuestro descanso. Ese modo de
vida, esta, de cierta manera bien, si es poco tiempo “lo
bueno si breve dos veces bueno”. El descanso es bien necesario, preciso para
reponer energías, ese es su sentido, ese su objetivo, solamente si vemos la
vida desde otro punto de vista, en la distancia, entonces, lograremos ver la
grandeza de lo que tenemos y de lo que hacemos en la rutina diaria. También
puede ser una experiencia para cada uno de nosotros. Y es que las cosas
materiales, son vánales, son caducas y pasan; por contraste, las acciones que
desarrollamos durante el resto del año, son importantes y algunas duran para
siempre, y son las únicas que pueden llenar de satisfacción nuestro ser y dar
un sentido de utilidad a nuestra vida. Es, paradójicamente, en tiempos
de vacaciones, cuando alcanzamos a valorar la importancia de nuestros
quehaceres diarios y valoramos en su justa medida a la gente con la que nos
relacionamos. De ahí la importancia del descanso, todos descansan de nosotros y
nosotros de todos.
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