Nuestros
valores éticos deben ser incuestionables e inviolables. Esto, claramente,
contrasta con el ambiente egoísta que nos tiraniza en estos tiempos, donde con frecuencia
adaptamos estos valores a nuestra comodidad o dicho de otro modo, a nuestros
antojos según sean las circunstancias que se nos rodeen. “Ver la paja en el ojo
ajeno…”. Nadie afirmara que está en contra de los valores éticos, por todos
reconocidos, ni nadie en público se opondrá a ellos. Pero ¿hasta qué punto ejercemos
una doble moral? ¿Somos cocientes o inconscientes de la repercusión de nuestros
actos? Nadie posee la verdad... Cualquiera que dijera que si la tiene, se
descalificaría a sí mismo inmediatamente. La pregunta correcta sería:
¿de qué valores, de qué conciencia estamos hablando? ¿De la mía? ¿De la tuya? ¿Quién
posee la piedra filosofal que marca la diferencia? Es evidente que nadie, puede
ser que coincidamos en varios puntos, en ciertos valores, pero seguro que
existe al menos otros tantos donde divergimos. A groso modo diremos que, la convivencia
social no puede basarse en unos “valores laxos y a la carta”, donde cada uno vive
como le parece, sin respetar los derechos de los demás. Este “valor personal”,
lejos de acercarnos los unos a los otros, causa el efecto contrario… Nos
abocaría irremediablemente a las arenas del abismo, a la ley de la jungla,
donde solo sobreviven los más fuertes y el resto son devorados como despojo para
las alimañas. Hay exigencias de convivencia básicas que no admiten interpretaciones
raras, ni excepciones, ni adaptaciones a nuestro antojo. En la memoria reciente tenemos ejemplo de
enfrentamientos irracionales… afortunadamente para nosotros, eso queda en el
pasado, enterradas en el olvido del tiempo. Pero que a veces es necesario
desenterrarlas para que comprobemos hasta qué punto de inhumanidad e
irracionalidad se llegó, como consecuencia de la ausencia de unas reglas o valores
comunes y ampliamente aceptados y por tanto respetados. O cuando alguien no las
aceptan y se las pasa por el arco del triunfo, según sea sus deseos u
ocurrencias. Merece la pena ganarse el respeto, aprender a convivir, antes que
admitir absurdas interpretaciones de lo que debe ser un “valor ético”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario