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sábado, 10 de agosto de 2013

valores éticos


   Nuestros valores éticos deben ser incuestionables e inviolables. Esto, claramente, contrasta con el ambiente egoísta que nos tiraniza en estos tiempos, donde con frecuencia adaptamos estos valores a nuestra comodidad o dicho de otro modo, a nuestros antojos según sean las circunstancias que se nos rodeen. “Ver la paja en el ojo ajeno…”. Nadie afirmara que está en contra de los valores éticos, por todos reconocidos, ni nadie en público se opondrá a ellos. Pero ¿hasta qué punto ejercemos una doble moral? ¿Somos cocientes o inconscientes de la repercusión de nuestros actos? Nadie posee la verdad... Cualquiera que dijera que si la tiene, se descalificaría a sí mismo inmediatamente. La pregunta correcta sería: ¿de qué valores, de qué conciencia estamos hablando? ¿De la mía? ¿De la tuya? ¿Quién posee la piedra filosofal que marca la diferencia? Es evidente que nadie, puede ser que coincidamos en varios puntos, en ciertos valores, pero seguro que existe al menos otros tantos donde divergimos. A groso modo diremos que, la convivencia social no puede basarse en unos “valores laxos y a la carta”, donde cada uno vive como le parece, sin respetar los derechos de los demás. Este “valor personal”, lejos de acercarnos los unos a los otros, causa el efecto contrario… Nos abocaría irremediablemente a las arenas del abismo, a la ley de la jungla, donde solo sobreviven los más fuertes y el resto son devorados como despojo para las alimañas. Hay exigencias de convivencia básicas que no admiten interpretaciones raras, ni excepciones, ni adaptaciones a nuestro antojo.  En la memoria reciente tenemos ejemplo de enfrentamientos irracionales… afortunadamente para nosotros, eso queda en el pasado, enterradas en el olvido del tiempo. Pero que a veces es necesario desenterrarlas para que comprobemos hasta qué punto de inhumanidad e irracionalidad se llegó, como consecuencia de la ausencia de unas reglas o valores comunes y ampliamente aceptados y por tanto respetados. O cuando alguien no las aceptan y se las pasa por el arco del triunfo, según sea sus deseos u ocurrencias. Merece la pena ganarse el respeto, aprender a convivir, antes que admitir absurdas interpretaciones de lo que debe ser un “valor ético”.

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