Cuando
se dice la verdad, esta nos ahorra la dureza del vivir en la innocuidad. ¡La
advertencia es clara! No se puede consentir las falacias, las mentiras. No
pueden quedarse impolutos. Ahora
debemos valorar libremente lo que se nos cuenta como verdad. Estrujarnos el
celebro con todas nuestras fuerzas, y valorar lo que pesa más, lo que tiene más
sustancia, no lo que es más escandaloso. O por el contrario olvidarnos de todo y
dejarnos llevar al borde del precipicio, de la muerte en vida, que es esta recesión
económica tan prolongada. O estamos con la verdad o estamos contra ella, no hay
medias tintas. En este caso, la mayoría optaremos por la verdad y la justicia.
Lo que de verdad deseamos es llevar una vida digna teniendo un trabajo adecuado, en el puesto que ocupamos en la pirámide social, es nuestra legítima aspiración. Sin embargo, tenemos en nuestro interior la experiencia de que son muchos años viviendo en la penuria, cada vez más oscura y no se le ve el final. No debemos dejarnos impresionar por espejismos propios de la época estival en la que nos encontramos. Deseamos ver el fin pero deberíamos poner los pies en tierra y ser más sensatos. En cambio nos dejamos llevar por nuestros deseos y vemos luz donde no hay ni un triste candil para iluminarnos. ¿Cómo intentaremos dar un verdadero sentido a nuestras vidas? Nosotros solos no podemos hacer mucho. Sólo si nos unimos y obramos en consecuencia, así podremos lograr salir de esta penosa situación y pertenecer a un mundo más justo. Simplemente no tenemos la seguridad de lograrlo, de salir con tiempo de poder restablecer la justicia social, de volver a nuestra vida habitual y a veces, hasta cansina. Debemos de procurar que cada jornada nos aleje de la pobreza, pero salir todos, no solo unos pocos, que además, se benefician de la desgracia de los demás y les imponen unas condiciones de vida que buenamente se podrían calificar de inhumanas. Con esta frase se reivindica el trabajo, pero en condiciones dignas, es una invitación a reflexionar con responsabilidad. No se trata de tener miedo a la competencia de otros países, hay que competir pero en calidad, no en precios, si los precios son bajos y la calidad también, no haremos más que perder mercados, siempre a costa de perder empleo y bajar los salarios ¿Qué solución es esa? Queremos vivir en la esperanza de que este tiempo pasara, nuestra felicidad y todo lo que podamos imaginar, pasa por la recuperación, pero no a cualquier precio, no con más pobreza. No se debe de dejar pasar oportunidades. Contra las visiones puramente catastróficas de esta realidad es necesario que recuperemos la visión de un mundo hecho para ser habitado por personas, no por esclavos. Nada mejor que salir fortalecidos de esta crisis y que se restaure el bienestar social perdido.
Lo que de verdad deseamos es llevar una vida digna teniendo un trabajo adecuado, en el puesto que ocupamos en la pirámide social, es nuestra legítima aspiración. Sin embargo, tenemos en nuestro interior la experiencia de que son muchos años viviendo en la penuria, cada vez más oscura y no se le ve el final. No debemos dejarnos impresionar por espejismos propios de la época estival en la que nos encontramos. Deseamos ver el fin pero deberíamos poner los pies en tierra y ser más sensatos. En cambio nos dejamos llevar por nuestros deseos y vemos luz donde no hay ni un triste candil para iluminarnos. ¿Cómo intentaremos dar un verdadero sentido a nuestras vidas? Nosotros solos no podemos hacer mucho. Sólo si nos unimos y obramos en consecuencia, así podremos lograr salir de esta penosa situación y pertenecer a un mundo más justo. Simplemente no tenemos la seguridad de lograrlo, de salir con tiempo de poder restablecer la justicia social, de volver a nuestra vida habitual y a veces, hasta cansina. Debemos de procurar que cada jornada nos aleje de la pobreza, pero salir todos, no solo unos pocos, que además, se benefician de la desgracia de los demás y les imponen unas condiciones de vida que buenamente se podrían calificar de inhumanas. Con esta frase se reivindica el trabajo, pero en condiciones dignas, es una invitación a reflexionar con responsabilidad. No se trata de tener miedo a la competencia de otros países, hay que competir pero en calidad, no en precios, si los precios son bajos y la calidad también, no haremos más que perder mercados, siempre a costa de perder empleo y bajar los salarios ¿Qué solución es esa? Queremos vivir en la esperanza de que este tiempo pasara, nuestra felicidad y todo lo que podamos imaginar, pasa por la recuperación, pero no a cualquier precio, no con más pobreza. No se debe de dejar pasar oportunidades. Contra las visiones puramente catastróficas de esta realidad es necesario que recuperemos la visión de un mundo hecho para ser habitado por personas, no por esclavos. Nada mejor que salir fortalecidos de esta crisis y que se restaure el bienestar social perdido.
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