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viernes, 2 de agosto de 2013

tender la mano


   Para quienes nos conocen desde siempre, no les resulta difícil de entendernos. Nosotros conocemos también a aquellos que en vez de escucharnos, se escandalizan ante cualquier opinión que les sea desfavorable o crítica con sus intereses (particulares o partidistas). Se definen como nuestros amigos, vecinos o gente que nos aprecia, pero justamente son lo contrario y a la menor oportunidad “te clavan el puñal por la espalda”. A ellos no les importa “el qué dirán”, siempre que se salgan con la suya. Nosotros que si tenemos dignidad (o al menos eso presuponemos), si tenemos la decencia de ir de frente, no ocultamos nada, porque nada tenemos que ocultar, no provocamos envidias, ni hacemos ostentaciones para simular ser lo que en realidad no somos. Sea como sea, nos encontramos a menudo con cierta “categoría de personas” a quienes, a pesar de todo, apreciamos y por ello queremos aconsejarles bien, pero son quienes menos nos escuchan. Debemos tener presente, que son más palpables los defectos que las virtudes, pero es necesario visualizarlo todo. Sabemos que es difícil pero a la vez necesario. No existe persona perfecta. Todos de una manera u otra tenemos defectos, y por ahí debemos de comenzar, reconociendo nuestras limitaciones. No hace falta decir que, quizás, nosotros también necesitemos, una cura de humildad, estar dispuestos a reconocer nuestras equivocaciones, implorar el perdón, si fuese necesario, y establecer unos valores que nos den esa fuerza moral, tan necesaria en estos tiempos de dificultad. No  se puede castigar a nadie por no seguir “nuestras normas”, por no escuchar... los consejos son solo eso, consejos y son como las lentejas “o las comes, o las dejas” Es evidente que la tristeza nos llena cuando vemos hundirse en el abismo a ciertas personas, pero hay que recordar que es su elección, no la nuestra. A veces están tan cegados, tan obstinados… que es mejor no aconsejarles, dejarles continuar… hasta que lleguen al final y reconozcan su error, es entonces, solo entonces, cuando le tenderemos la mano, esa mano que siempre ha estado ahí, pero en esas circunstancias la necesita más que nunca. Son momentos en los que no le podemos fallar, o toda nuestra palabrería, habrá siso inútil. Y nosotros, lo mismo tendremos que replantearnos nuestros valores para que lleguen a todos aquellos a quienes queremos “ayudar”, pero que no quieren escucharnos.

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