Observándonos
de lejos, pudiéramos dar la impresión de que caminamos solos por esta vida, que
vamos de por libre, que prima más la individualidad, pero la conclusión seria
apresurada y errónea. Eso es algo fuera de toda duda. Este mundo lo recorremos todos
juntos, para lo bueno o lo malo. Esto nos demuestra la interacción que existe
entre todos nosotros. La cercanía y dependencia que adquirimos los unos con los
otros. En sociedades pequeñas, nada de lo que le acaece a alguien, les es ajeno
al resto, por lo tanto, esto viene a corroborar la teoría inicialmente
expuesta, es decir, algo de todos, lo llevamos dentro de cada uno de nosotros, en nuestros genes. Somos
por así decirlo, la herencia de nuestros antepasados, la suma de muchas diferencias.
Esto no quiere decir, en absoluto, que seamos todos iguales, cada ser es único e
irrepetible… En todas las costumbres descubrimos una visión subjetiva de la vida,
es nuestra herencia cultural. Es la pretensión de unión entre el ayer, el hoy y
el mañana. Todo cambia, eso es verdad, pero para actualizarse a los tiempos.
Nuestra visión en el modo de afrontar la vida, viene sellada por hábitos
ancestrales, con los que a veces, solo apostamos por el propósito de
mantenerlos, pero sin mucho arrojo y colocamos el acento solo en lo que a nosotros
nos importa o nos interesa… como si eso fuera lo más importante de todo y
resaltara sobre lo demás. La vida en sociedad ha de reconciliase con los deseos
o costumbres de la mayoría, eso sí, respetando a las minorías, aunque sus
costumbres no las entendamos. En la constante búsqueda de nuestras raíces,
muchas veces olvidamos lo más esencial, lo que nos ha unido siempre como
colectividad, más allá de los intereses propios o particulares, están los
deseos de prolongación de la sociedad, de que esta perdure perpetuamente… y
tiene como elemento común o de unión las costumbres tradicionales que unen a
todos en torno a una celebración, en la memoria de un hecho, que fue
significativo para todos, y que es bueno recordar… Al menos durante unos días
se olvidan rencores, redencillas, envidias y otros factores que entorpecen la armonía social.
Por ello es bueno conservar aquello que ha aportado y aporta paz, sosiego a la
sociedad. No solo conservarlo sino robustecerlo y hacerlo imperecedero en el
tiempo y motivo de orgullo para todos.
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