A menudo escuchamos expresiones como “ya no puedo
más, me fallan las fuerzas”, y lo dicen personas que hasta hace bien poco, las creíamos
fuertes y con poderío. Piden nuestra ayuda, nos piden consejo, tienen necesidad
de lo más básico. Bajo su óptica, ven el
mundo en negativo, les fallo la esperanza. Ellos que hasta hace poco pertenecían
a una burguesía en auge, a una clase en cierta manera privilegiada, ganaban el
dinero con facilidad, mucho dinero, pero con la misma facilidad que les
llegaba, se les iba de las manos, lo derrochaban, hacían ostentaciones de “nuevos
ricos”….Pero con la crisis, todo se les acabo, lo perdieron todo: casas,
coches, trabajo, amigos e incluso la propia familia, por perder perdieron hasta
la dignidad… rebajándose a hacer “cosas” que hasta ese mismo momento, ni se
planteaban de realizar. Cavaron su propio pozo y ahora les es imposible de
salir de él. Su pensamiento ronda en el convencimiento de que cualquier tiempo
pasado fue mejor… y que ahora estamos en una etapa difícil, dura y sin salida
digna para nadie. Cada día como el anterior, no hay nada nuevo que decir, ni
tampoco nada nuevo por hacer. Evidentemente, se trata de personas que, en su
mayoría, han vivido la llamada “dolce vita”, no es que nadie les haya regalado
nada, no es que hayan vivido por encima de sus posibilidades, simplemente vivian su propio cuento en "wonderland"… es que han sido víctimas,
como tantos otros, de esta estafa llamada crisis o recesión. Ven con un cierto
tono de tristeza que el mundo ha cambiado tanto, desde ese inicio de la crisis,
que quizás vivían antes en un espejismo, y notan que ellos no se han sabido
adaptar a estas nuevas condiciones. Esta experiencia nueva y desconocida hasta
ahora para ellos, les deja perplejos y sin capacidad de reacción cuando, de
hecho, quizás están a las puertas de una nueva oportunidad que les conviene
aprovechar, pero no la ven. Debemos nosotros, de pensar en aquellas madres que
piden comida y vestido para sus hijos, a ellos que nunca les falto de nada,
ahora no tienen ni para cubrir las necesidades vitales. El techo que les cubre
es el de algún familiar, posiblemente los padres o de los abuelos, que le han acogido, pues
perdieron su hogar y les quedo la deuda, que se va incrementando día a día,
como es sabido por todos. Nadie puede quedar sorprendido, aunque parezca que todo
esto se sale de los esquemas. Es la pura realidad. No obstante, en esta realidad
humana se manifiesta la humildad de las personas y la corriente de solidaridad
que se canaliza hacia los más menesterosos de la sociedad. La fe en la
humanidad no es patrimonio de unos cuantos, ni tampoco es propiedad de los que
se creen mejores o más inteligentes ¿Cuál debería de ser nuestra actitud hacia
ellos? ¿debemos negarles el pan y la sal?, o compadecernos de ellos y ayudarles a
salir hacia delante. Esto último, está ocurriendo en el corazón de personas de las que
no hubiéramos sospechado que serían tan solidarias, con su actitud a favor de
los más necesitados, nos dan el ejemplo, se olvidan de lo que un día fueron y
ven lo que ahora son... “Personas con necesidades”, por desgracia son muchas y
el número va “in crescendo” ,e inversamente proporcional, los recursos
disminuyendo, a un paso, que quizás, los que hoy ayudan necesitaran ser ayudados
en un futuro no tan lejano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario