A
estas alturas ya nos hemos dado cuenta de que hay que estar en alerta constante
y preparado para cualquier eventualidad (agradable o desagradable), en cualquier
momento, puede “saltar la liebre”. No se puede vivir con miedo y angustia constantemente, este pánico al mañana, da como resultado el no tener confianza en nadie. Debemos estar alerta, desconfiar ¡sí!, pero con mesura. Podemos esperar cualquier cosa, cualquier acontecimiento. Por
ello debemos ser constantes y tener muchísima paciencia, en medio de las preocupaciones
que van entrelazando nuestra vida. Y esta bendita paciencia sólo la
podemos tener nosotros. No se debe esperar de nadie que sufra “nuestras fatigas” por nosotros, en nuestro lugar. Lo que viene como consecuencia del hecho de ceder nuestra
responsabilidad o parte de ella en terceros. Porque nuestra respuesta ante la
sociedad siempre es personal e intransferible. No esperemos un “mañana paradisíaco”
Hay que vivir cada segundo de nuestra vida, hemos de sentir emoción, ganas de
vivir “Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia,
como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de
nuestra vida”. Una verdad realista ante la necesaria y razonable responsabilidad que
hemos de poseer, que no tengamos que escuchar, que hemos llevado una vida vana
y vacía, de manera que lleguemos a ser no solo conocidos sino apreciados,
queridos por los familiares y amigos, que nuestra memoria perdure en el tiempo
y en sus corazones. Para ello debemos de reiniciar nuestra vida y ¿Por
qué no? Hoy puede ser ese día, “el primer día del resto de nuestra vida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario