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lunes, 21 de octubre de 2013

El regalo de la vida


  La verdad escuece y para que no nos haga daño, algunos nos tapamos los oídos y cerramos fuertemente los ojos, es para muchos más cómodo el hecho de ignorar, que el saber. Nos ahorramos mucho sufrimiento, por expresarlo de alguna forma, que conlleva “el conocimiento”. Si observamos nuestro entorno, nos causará una gran conmoción por su cruda realidad; por verlo tal cual es y no la idílica fantasía en la que creíamos vivir. Aun así, debemos de privarnos de tener envidia, porque, aun en la penuria, lo que poseen otros, nos atrae más que lo propio. Queremos acaparar, tener abundancia de bienes, al precio que fuese preciso pagar ¿Qué es lo que nos asegura la supervivencia? Sabemos muy bien en qué está basada la vida, porque así nos lo ha dicho, y así lo hemos vivido. Sabemos que la vida no es solamente tener bienes, estos no nos servirán de alimento, aunque hay que reconocer que serían de gran ayuda, si fuese preciso. Nuestra meta, la voluntad que ponemos en la búsqueda de la razón de vivir, equivale a realizarnos plenamente, vivir con las demás personas, compartiendo nuestras experiencias con la familia, con los amigos, con nuestro entorno social... signo inequívoco de pertenencia a un grupo... La vida es, pues, una “oportunidad” que nos han dado nuestros progenitores, con la única misión de ser “otro eslabón en esta larga y extensa cadena” que es la vida humana. Pero, ¿Es suficiente por ser vida? ¿Podrá negarse que sea un don, que nuestros padres nos han transmitido y que, solamente por eso, ya debemos estarles agradecidos? nadie es dueño de su propia vida, es como un préstamo que nos han hecho y como tal lo debemos transmitir, a través de nuestros hijos, de nuestros descendientes. Continuando con esta lógica, volvemos a la cuestión existencialista ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué hago yo aquí? Si la vida es un regalo recibido a cambio de nada y donado sin condiciones, siempre debemos de transformarla en una gratitud total: hacia nuestros padres, hacia aquellos que les precedieron… Quien vive preocupado solo por acumular bienes, se está perdiendo lo mejor que la vida tiene, habrá vivido una vida vacía, insípida, sin valores que transmitir a las generaciones venideras, y al final todas las enseñanzas, que en su día recibió, se perderán en el olvido del tiempo, y será entonces cuando de verdad morirá.

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