La
verdad escuece y para que no nos haga daño, algunos nos
tapamos los oídos y cerramos fuertemente los ojos, es para muchos más cómodo el
hecho de ignorar, que el saber. Nos ahorramos mucho sufrimiento, por expresarlo
de alguna forma, que conlleva “el conocimiento”. Si observamos nuestro entorno,
nos causará una gran conmoción por su cruda realidad; por verlo tal cual es y
no la idílica fantasía en la que creíamos vivir. Aun así, debemos de privarnos
de tener envidia, porque, aun en la penuria, lo que poseen otros, nos atrae más
que lo propio. Queremos acaparar, tener abundancia de bienes, al precio que
fuese preciso pagar ¿Qué es lo que nos asegura la supervivencia? Sabemos muy bien en qué está basada la vida, porque así nos
lo ha dicho, y así lo hemos vivido. Sabemos que la vida no es solamente tener
bienes, estos no nos servirán de alimento, aunque hay que reconocer que serían
de gran ayuda, si fuese preciso. Nuestra meta, la voluntad que ponemos en la
búsqueda de la razón de vivir, equivale a realizarnos plenamente, vivir con las
demás personas, compartiendo nuestras experiencias con la familia, con los
amigos, con nuestro entorno social... signo inequívoco de pertenencia a un
grupo... La vida es, pues, una “oportunidad” que nos han dado nuestros
progenitores, con la única misión de ser “otro eslabón en esta larga y extensa
cadena” que es la vida humana. Pero, ¿Es suficiente por ser vida? ¿Podrá
negarse que sea un don, que nuestros padres nos han transmitido y que,
solamente por eso, ya debemos estarles agradecidos? nadie es dueño de su propia
vida, es como un préstamo que nos han hecho y como tal lo debemos transmitir, a
través de nuestros hijos, de nuestros descendientes. Continuando con esta
lógica, volvemos a la cuestión existencialista ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué
hago yo aquí? Si la vida es un regalo recibido a cambio de nada y donado sin
condiciones, siempre debemos de transformarla en una gratitud total: hacia
nuestros padres, hacia aquellos que les precedieron… Quien vive preocupado solo
por acumular bienes, se está perdiendo lo mejor que la vida tiene, habrá vivido
una vida vacía, insípida, sin valores que transmitir a las generaciones
venideras, y al final todas las enseñanzas, que en su día recibió, se perderán
en el olvido del tiempo, y será entonces cuando de verdad morirá.
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