Vivir
nuestra vida, es una ardua tarea que no podemos delegar en nadie. Todos tenemos
la nuestra y todos hemos de cumplir, con responsabilidad, lo que se espera de
nosotros. Cada uno desde su sitio y sin exigirnos más que las condiciones socio-económicas
nos permitan. Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del compromiso de
todos, de una cierta unidad o consenso, para salir de esta crisis. No debemos
asustarnos por nada, juntos podemos y debemos salir de este túnel tan largo y
oscuro. Es primordial tener un sentido positivo de la vida, pues hay mucho que hacer y pocos los que están dispuestos
a hacerlo. Quizá no se debiera hablar de desánimo, al menos en esos términos, dado el gran desconocimiento que de
la situación tenemos, por falta de un interés en informarnos. Mas nuestra
sociedad, debe tener una mirada esperanzada, generar un cierto optimismo e
ilusión. No nos dejemos derrotar por el pesimismo y por la desesperanza.
La tarea que nos espera es inquietante, a la vez, muy difícil. No se puede, ni hemos de pretender la
imposición de una adhesión ficticia a nuestra causa, sino suscitar un interés,
una concordancia con nuestras demandas. Las soluciones se proponen, pero no se
imponen, Y, para que ello sea posible,
debemos vaciarnos totalmente de aquello que no sea estrictamente necesario. La
pobreza y la necesidad son los grandes condicionantes y, a la vez, el argumento
más creíble que se puede dar, aparte de
que sólo por esa tesis, por la lucha contra esa pobreza, la marginación o la
exclusión social…Al hacerse sin intereses personales o económicos, solo por altruismo... es lo único que verdaderamente nos puede hacer sentir libres. Por esto, la paz social es más que una exigencia, una
necesidad, pero no se debe obtener a cualquier precio. La verdadera paz es responsabilidad
de todos, se construye entre todos; si no se obtiene, se volverá contra todos y
pagaremos un alto precio. Nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestros amigos,
nuestra familia, y sobre todo nuestro yo, tenemos necesidad de esa paz. Para
vivir una vida tranquila o apasionante… pero sin temor, con una cierta
estabilidad.
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