Siempre
que ponen ante nuestros ojos el ejemplo y las características propias de las personas voluntarias, es algo con lo que nos identificamos plenamente, que sentimos en
nuestro interior y ese sentimiento crece paulatinamente, pero solamente llega a hacerse grande
en aquellas personas que lo sienten de verdad. Hasta el punto de ofrecer
cualquier cosa o acción que este dentro de sus posibilidades. Pero si se le
escapa, si no está en sus manos moverá “cielo y tierra” para conseguirlo. Son
de este mundo y sus carencias las llenan con mucho entusiasmo. Las personas
voluntarias nos incitan a hacer de la paciencia una virtud, a tener fortaleza, a la esperanza. Esas
“exigencias” son particularmente necesarias para quienes se dedican a combatir la
pobreza y la exclusión. Es necesario saber esperar a que la acción voluntaria de sus frutos, se aceleraran en función de la cooperación de la sociedad. En la medida que vaya creciendo la acción voluntaria, su ejemplo prenderá en
cada vez más conciencias, ahondando sus raíces en el alma y germinando poco a
poco... hasta materializarse en nuevas acciones. Hace falta, en primer lugar,
creer en lo que se hace, estar completamente convencidos del camino que se
comienza. El compromiso que se otorga es la palabra empeñada; es también un entusiasmo
contagiado, que a su vez, se siembra en las personas voluntarias. Es la levadura que hace fermentar a toda la sociedad. Así sucede con todo lo nuevo que se
pone en marcha, sólo es necesario poner la voluntad, dar el primer paso, para
que nos sigan nuestros círculos de amistades y a ellos los suyos progresivamente,
hasta que llega a toda la sociedad. Que se sea capaz de preservar esas metas
dependerá de la constancia y sobre todo la motivación personal para dar la
respuesta adecuada a cada petición. También es necesario dar tiempo para que la
persona voluntaria se forme y así realice su labor con eficiencia. Que existan
personas dispuestas a dar su tiempo de forma libre y altruista, nos animan a la
sociedad, nos hace reverdecer y renovar la fe en las personas. Y nos
otorga la paciencia, la seguridad y una renovada esperanza. No estamos solos en
este duro camino, nunca sentiremos la soledad pues comprobaremos el crecimiento
personal y esa metamorfosis que nos cambiara a cada uno de nosotros.
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