Tan
importante es saber escuchar cómo hablar. Hay que saber interpretar los
silencios, que muchas veces dicen más que, en una primera impresión,
pudiese parecer. Las palabras, desde siempre, expresan aquello que sentimos, que
opinamos, que queremos transmitir… Pero si no hay nadie que las escuche... habrán
sido pronunciadas en vano, ¡Qué misterio contienen las palabras! Nos pueden
convencer o podemos decir no. O también pueden sembrar la duda, la incertidumbre
sobre aquello que se nos pretende convencer. El mensaje no se impone por
la fuerza, tan sólo se ofrece,se puede creer o no, en definitiva se puede aceptar como válido o rechazar. Es un acto que se debe obrar totalmente en libertad. Algunas palabras advierten, ponen en sobre
aviso, nos quieren expresar el desaliento, la depresión que provoca el
sufrimiento que nos devora en lo más hondo de nuestro ser... La proximidad de una
derrota, de un abatimiento, de una aflicción que nos corroe muy por dentro. Decir "ya no puedo más, que otro tire del carro”. Más, si no hay quien nos
escuche… ¿Quién nos dará consuelo? ¿Quién nos ofrecerá su hombro para llorar,
para desahogarnos? Es una llamada desesperada
de petición de ayuda, una llamada de atención a los demás. La decepción será mayor, cuanto más cercano sea
nuestro “posible receptor” o se trate de nuestra propia familia, la que nos niega esa atención requerida. Comprobaremos una vez más, la importancia de sacar “fuera “esos sentimientos
de tristeza, que son una amenaza a nuestra propia salud: física y mental. A cualquiera
le podía estar ocurriendo, no encontrar alguien que le escuche y le de ánimo.
La mayoría solo nos ocupamos de los problemas “propios”, de nuestro bienestar…creemos
que así prosperaremos, cuando en realidad nos estamos hundiendo en nuestra
propia miseria. La fuerza de las palabras radica en que haya alguien escuchándolas,
leyéndolas… son una llamada a la esperanza. Si escuchamos el mensaje, si sabemos
leer entre líneas, todavía aún estaremos a tiempo de solucionar los problemas
de alguien. La solución no solo consistirá en ayuda material, sino en
escucharles, ofrecerles ese apoyo que tanto anhelan, esa confianza… hacerles
ver que no están solos en su lucha. Que,
con nuestra ayuda, supere progresivamente el aislamiento en su vida, ese
sentimiento de soledad absoluta, lo cual será siempre un trabajo inacabado. No
hay nada tan agradable que saber escuchar, saber calibrar aquello que se nos
expone y sobre todo saber actuar en concordancia con lo que se nos pide.
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