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viernes, 4 de octubre de 2013

Saber escuchar


   Tan importante es saber escuchar cómo hablar. Hay que saber interpretar los silencios, que muchas veces dicen más que, en una primera impresión, pudiese parecer. Las palabras, desde siempre, expresan aquello que sentimos, que opinamos, que queremos transmitir… Pero si no hay nadie que las escuche... habrán sido pronunciadas en vano, ¡Qué misterio contienen las palabras! Nos pueden convencer o podemos decir no. O también pueden sembrar la duda, la incertidumbre sobre aquello que se  nos pretende convencer. El mensaje no se impone por la fuerza, tan sólo se ofrece,se puede creer o no, en definitiva se puede aceptar como válido o rechazar. Es un acto que se debe obrar totalmente en libertad.  Algunas palabras advierten, ponen en sobre aviso, nos quieren expresar el desaliento, la depresión que provoca el sufrimiento que nos devora en lo más hondo de nuestro ser... La proximidad de una derrota, de un abatimiento, de una aflicción que nos corroe muy por dentro. Decir "ya no puedo más, que otro tire del carro”. Más, si no hay quien nos escuche… ¿Quién nos dará consuelo? ¿Quién nos ofrecerá su hombro para llorar, para desahogarnos?  Es una llamada desesperada de petición de ayuda, una llamada de atención a los demás.  La decepción será mayor, cuanto más cercano sea nuestro “posible receptor” o se trate de nuestra propia familia, la que nos niega esa atención requerida. Comprobaremos una vez más, la importancia de sacar “fuera “esos sentimientos de tristeza, que son una amenaza a nuestra propia salud: física y mental. A cualquiera le podía estar ocurriendo, no encontrar alguien que le escuche y le de ánimo. La mayoría solo nos ocupamos de los problemas “propios”, de nuestro bienestar…creemos que así prosperaremos, cuando en realidad nos estamos hundiendo en nuestra propia miseria. La fuerza de las palabras radica en que haya alguien escuchándolas, leyéndolas… son una llamada a la esperanza. Si escuchamos el mensaje, si sabemos leer entre líneas, todavía aún estaremos a tiempo de solucionar los problemas de alguien. La solución no solo consistirá en ayuda material, sino en escucharles, ofrecerles ese apoyo que tanto anhelan, esa confianza… hacerles ver que no están solos en su lucha.  Que, con nuestra ayuda, supere progresivamente el aislamiento en su vida, ese sentimiento de soledad absoluta, lo cual será siempre un trabajo inacabado. No hay nada tan agradable que saber escuchar, saber calibrar aquello que se nos expone y sobre todo saber actuar en concordancia con lo que se nos pide.

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