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viernes, 11 de octubre de 2013

Mi vida


   Es difícil imaginar un bien más grande que la propia vida, y, vivirla plenamente. Para hacerlo, debemos de pasar por diferentes etapas, conocer a multitud de personas, adquirir diversas experiencias (positivas o frustrantes). Es realmente “el circulo de la vida”, que manifiesta la grandeza de este nuestro mundo. En ella también existe, mucha ceguera, mucha envidia, por parte de algunos que no saben, ni quieren vivirla. Con esa actitud, eliminan también, tal vez sin darse cuenta, el derecho que tenemos los otros a vivir nuestra vida, a ser diferentes y tener nuestras propias ideas, que suelen ser contrarias a su concepción de la vida. Quien vive encerrado, adoctrinado en un dogmatismo político, cultural o ideológico… no comprende, irracionalmente, al que discrepa, descalifica su visión de la vida, le niega que tenga la suficiente preparación, intelectual o académica, para formular una opinión e, incluso, que tenga honestidad. Entonces, ¿Qué espera del denominado adversario? ¿Por qué le convierte en enemigo personal? La discrepancia no debe transformarse en insulto, se debe evitar esa agresividad. La intolerancia, si se toma como cuestión personal, puede convertirse en un oscuro deseo de eliminar de algún modo a quien, supuestamente, se le antoja como enemigo. Se creen que esta actitud es fácil justificar, que todos comprenderán su razonamiento, que casi todos opinan como el, con la salvedad de algunos degenerados. Este contexto es más frecuente de lo que pensamos… alguien puede tenernos tiña, no se sabe por qué, y busca la ocasión, la excusa perfecta para hacernos caer en desgracia… Por ello, se debe de implantar unas condiciones que propicien la paciencia, el respeto mutuo… que todos seamos leales entre sí, con honor y con palabra, que sea posible ir hallando vías de diálogo y respeto mutuo, que aprendamos a convivir, respetando las otras maneras de “vivir”. Que, en definitiva, seamos personas civilizadas.

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